Mapi Sorribes, vecina de la Vall d’Uixó, y su pareja, Enrique Mondragón, no faltaron ayer a la cita con el Teatro Real de Madrid. Disfrutaron desde el patio de butacas del sorteo de la Lotería de Navidad, una tradición familiar que repiten desde hace ya seis años y que les encanta.

Sin embargo, estos valldeuxenses son conscientes de que conseguir un lugar privilegiado para ver cantar a los niños de San Ildefonso no es tarea fácil y por eso empezaron a hacer cola nada menos que el pasado viernes. La pareja, junto al hijo de Mapi, que se llama Yeray y tiene 16 años, se plantó en la capital dispuesta a desafiar al frío, a la lluvia y también a las largas horas de espera con tal de ganarse un sillón en el Teatro Real.

«Nosotros no lo percibimos como algo pesado. Hace años que venimos y cada vez conocemos a gente nueva. Tenemos ya muchos amigos con los que hemos coincidido en la cola y compartimos, incluso, un grupo de Whatsapp», cuenta la vecina de la Vall. «El viernes llegamos a la fila poco antes de las 21.00 horas y solo teníamos delante a dos personas. Cogimos turno y nos organizamos con la gente que aguarda a las puertas del teatro para hacer relevos y poder descansar. Nosotros nos fuimos a dormir tres horas al hotel y, pasado ese rato, regresamos. La espera se sobrelleva con villancicos, chistes, momentos de charla y juegos como el parchís», explica en declaraciones a Mediterráneo esta incondicional de la lotería navideña.

La familia vivió ayer con emoción el transcurso del sorteo y esperó hasta el último momento que uno de los 12 décimos que había comprado fuera agraciado. Como suele decirse, la esperanza es lo último que se pierde. No hubo suerte, pero Mapi Sorribes y Enrique Mondragón vuelven a la provincia contentos por el «espectacular ambiente vivido» y la «alegría» que contagia la Lotería de Navidad.