Dentro del establecimiento Forn Garcia, en Benicàssim, el sector dedicado a la venta de prensa escrita es el único que ha podido mantenerse al 100% durante el estado de alarma provocado por la crisis del coronavirus. Al frente se encuentra Ángel Ferrer, que ha tenido que asumir el rol que habitualmente ocupa su madre, obligada, por edad, a cumplir al máximo el confinamiento, que se ha relajado un poco con el inicio de la fase 0 de la desescalada.

Desde las 7.30 de la mañana y hasta las dos de la tarde Ángel se ocupa de atender a los clientes, consciente de «prestar un servicio muy importante como es la información». «Antes de que explotara todo esto tenía la sensación que de los periódicos estaban en una línea un tanto descendente, pero en la actual situación no cabe ninguna duda de que la prensa escrita ha experimentado un notable aumento. La gente solicita más prensa que antes, pero la palma aquí en Benicàssim se la lleva Mediterráneo», explica Ángel, que explica el ascenso del consumo del papel en la necesidad de la gente de «tener la mayor información posible y, sobre todo, poder comparar y contrastar para sacar sus propias conclusiones».

A pesar de la mejoría en el aspecto sanitario y el alivio del confinamiento facilitado por el Gobierno, Ángel opina que a los ciudadanos aún les queda mucho para volver a la normalidad. En una zona turística como Benicàssim, y ahora especialmente con la llegada del buen tiempo, «la desbandada de turistas se ha notado mucho». «La pasada Semana Santa lo comprobamos. Ya no es solo la gente de Castelló o de poblaciones cercanas la que no ha podido acudir a sus segundas residencias; a todas esas personas hay que sumar a las de otras comunidades, como los madrileños, los más numerosos en esta zona».

Sin bajar a guardia

Aunque lo peor parece que ya ha pasado, Ángel Ferrer mantiene todas las precauciones posibles para minimizar las posibilidades de un contagio de covid-19. Lo primero es controlar que la gente no pueda acceder a zonas cerradas al público para cumplir la normativa, «que ahora tenemos precintadas». Después, las medidas más habituales, guantes, mascarilla... «No es que tenga miedo a la enfermedad, pero sí mucho respeto. Más que por mí intento protegerme para mantener a salvo a la gente a la que yo pudiera contagiar. El metro y medio de distancia social para mí es sagrado», dice Ángel.

«El que viene será un verano muy complicado», asume Ángel, que conoce demasiados casos de gente afectada por los ERTE. Mientras llega la normalidad él aguanta el tipo garantizando el derecho a la información.