Han muerto miles de personas. En esas circunstancias, y ante las persistentes advertencias de posibles repuntes y las noticias sobre nuevos contagios por la covid-19, plantear organizar cualquier celebración, por controlada que esté, aparece como una trivialidad incluso ofensiva según con quien se hable. Esa es la respuesta de una parte de la sociedad con la que se están encontrado empresas cuya subsistencia depende directamente de las fiestas, algunas de las cuales están al borde del cierre ante un año sin ingresos y sin posibilidades a corto y medio plazo de que las circunstancias vayan a cambiar.

Mucho se ha hablado a estas alturas de cómo está impactando la crisis económica derivada de la pandemia a sectores como el pirotécnico o el ganadero. Confiaban en que los ayuntamientos plantearan programas a mínimos, con actos simbólicos que pudieran ayudarles a cubrir gastos. Aspiraban a poco más, teniendo en cuenta que el estado de alarma llegó con la temporada recién iniciada y por lo tanto con las inversiones realizadas. Pero las noticias son desalentadoras. Dice Jorge Gómez, gerente de Espectáculos Talía, que «solo recibimos llamadas de cancelación».

ORQUESTAS AL LÍMITE / La coincidencia en todos los casos es la misma. En general, los empresarios son reticentes a adelantar cálculos de pérdidas, aunque solo haría falta coger la cifra de ingresos del año anterior, llevarla a 0 y sumar los gastos.

En el caso de las orquestas, la temporalidad de su actividad lleva a que la mayoría de los músicos tengan contratos de fijos discontinuos y, por lo tanto, no puedan entrar en los ERTE, y en consecuencia, no tengan derecho a ninguna ayuda. «La gente tiene que buscarse la vida», dice Gómez, por lo que agrupaciones grandes y pequeñas se han disuelto y dan ya por perdido el 2020.

Con todo, algunos ayuntamientos ya han anunciado que quieren «hacer algo en otro formato, con escenarios y el público sentado». Sería el caso de Orpesa. Gómez remarca que «hay pueblos que dependen de las fiestas, donde los bares, los comercios, tienen en esa temporada un buen colchón para el resto del año, no pueden permitirse perder eso».

SIN TORO NO HAY FIESTA / Pero está sucediendo. Dice el gerente de Talía que «lo primero que suspendieron fueron los toros y todos sabíamos que el resto iríamos detrás, porque sin actos taurinos, no hay fiesta». Y en este ámbito, a pesar de que la Generalitat avanza en la línea de autorizar eventos de bous al carrer en plazas portátiles, donde controlar los aforos, todo apunta a que muy pocos pueblos van a acogerse a esa posibilidad. Tanto es así que incluso quienes ya utilizaban estas infraestructuras hasta ahora, como es el caso de les Penyes en Festes de la Vall d’Uixó, ya han tirado la toalla citándose para el 2021.

Los anuncios de suspensiones anticipadas de programaciones previstas para septiembre, para los ganaderos solo confirman sus peores augurios. Este será un año sin bous. Y como insistió en recordar Daniel Ramos, propietario de la única ganadería de reses de lidia de la provincia de raza autóctona, «tampoco hay ayudas». Los profesionales del ramo se sienten discriminados respecto de otros sectores económicos que sí están recibiendo ayudas públicas para garantizar su supervivencia y por eso han iniciado los trámites para defenderse en una asociación de ganaderos provincial, como anunció Mediterráneo.

A cero también está la cuenta de los feriantes. El presidente de la Asociación de Atracciones de Feria (Afevil), Enrique Villanueva --que cuenta con 50 miembros--, defiende que «no se trata de ganar dinero, sino de subsistir, de alimentar a nuestras familias». El Consell ha abierto la puerta a permitir el montaje con estrictas medidas de seguridad «que cumpliremos por nuestra seguridad y la de los clientes», pero sin tener en cuenta las fiestas, «queremos montar como los circos, no esperar a una fecha señalada».