Ha sido lehendakari y presidente del Congreso de los Diputados. Ahora, Patxi López aspira a convertirse en el próximo secretario general del PSOE en un momento muy difícil para su partido. En su ruta por España para recabar apoyos, recala hoy en la Vall d’Uixó, en un acto que se celebra a las 19.00 horas en la sede socialista.

--¿Qué distingue su opción de las de Pedro Sánchez y Susana Díaz, si al final se presenta?

--Yo sé lo que yo defiendo. Un partido unido en torno a un proyecto de izquierdas exigente, que no sea un mero analgésico de las políticas del Partido Popular. Hay que recuperar la centralidad en la izquierda española, que no convertirnos en un partido de centro, lo que es completamente distinto. Y para recuperar esa centralidad en la izquierda, para mí es vital que el PSOE vuelva a recuperar la unidad para tener fortaleza. Un partido dividido no es escuchado por la ciudadanía.

--Precisamente se presenta como candidato a liderar el PSOE en uno de los contextos de mayor división interna. ¿Por qué?

--Porque creo que es el momento de ayudar al partido. Yo ya he alcanzado las metas más importantes en mi vida política. He sido lehendakari, lo que para un socialista vasco es lo máximo, y también he sido presidente del Congreso de los Diputados, por lo que he colmado mis aspiraciones personales. Sin embargo, viendo el proceso de desgarramiento interno al que ha estado sometido el PSOE en los últimos tiempos, he tomado la decisión de dar un paso al frente para ayudar a mi partido, que me lo ha dado todo.

--Sin embargo hay quien dice de su paso al frente que busca cortar el paso a la candidatura de Sánchez. ¿Llegará hasta el final?

--Se ha dicho de todo de mi candidatura, pero es fruto de una reflexión y de una voluntad de ayudar a reconducir la deriva a la que está sometido el PSOE, como ya he dicho antes, y es una candidatura que irá hasta el final. Creo en las primarias y en la democracia interna. Quiero que los militantes voten, y para que puedan hacerlo yo iré hasta el final.

--¿Cree que es posible ganar sin el respaldo directo de buena parte de los barones territoriales, que, parece, estarían con la gestora y con Susana Díaz?

--Estamos en un tiempo nuevo. En las primarias del PSOE vale un militante, un voto. El tiempo de recibir consignas forma parte del pasado porque los militantes son muy conscientes del momento decisivo que vive nuestro partido. Llevo más de un mes recorriendo agrupaciones y debatiendo con la militancia. Y resulta muy instructivo observar que, en todos los lugares coinciden con las mismas preocupaciones y demandas: unidad interna, fin de las luchas fratricidas y recuperación de un discurso inequívocamente de izquierdas.

--Uno de esos barones es el ‘president’ Ximo Puig. ¿Cómo es su relación con él?

--Mi relación con Ximo es buena y de respeto absoluto, como debe ser entre compañeros de nuestro partido. Algunas veces estaremos de acuerdo y otras no, pero compartimos algo muy de fondo: ambos somos socialistas.

--¿Alberga alguna duda sobre la imparcialidad de la gestora en el proceso hacia el congreso?

--Yo no pienso dedicarme a debatir lo que está haciendo la gestora sino a proponer y debatir lo que debe hacer la próxima dirección elegida en un congreso.

--Hoy está en la Vall d’Uixó. ¿Con qué apoyos cuenta en la provincia de Castellón? ¿Hay un referente de Patxi López aquí?

--Mi referente son los militantes, todos ellos, sin distinción. Estoy viajando por todo el país para reunirme directamente con ellos para que me digan qué es lo que piensan y sienten en este momento tan importante para el PSOE. Los nombres de los compañeros y compañeras son secundarios, lo que importa es que los proyectos que se presenten a la secretaría general apuesten por la unidad y por la integración. Que nadie se quede fuera, porque todos sumamos. Es el momento de proponer y debatir, para que todos los militantes podamos decidir y una vez hecho esto, trabajemos todos juntos por que el PSOE vuelva a ser el partido de la mayoría social.

--Un debate que está sobre la mesa enfrenta la democracia participativa con la directa. ¿En qué punto se sitúa usted?

--Hay que complementar los dos modelos. Ni debemos convertirnos en un partido asambleario, ni debemos menospreciar las decisiones de la militancia. Propongo que se reformen los estatutos para que, en el futuro, el secretario general del PSOE elegido por la militancia no pueda ser despedido únicamente por el Comité Federal, sino que para ello necesite de la ratificación de la misma militancia. Pero eso sí, la capacidad de control del secretario general y de presentar una moción de censura solo debería tenerla el comité federal, que debe seguir como contrapeso al poder del secretario general. Se trata de usar elementos de participación directa y representativos para que uno haga de contrapeso del otro.

--¿Hacia dónde cree usted que debe ir la socialdemocracia?

--La socialdemocracia europea ha renunciado a demasiado en los últimos años y debe recuperar credibilidad e iniciativa. La economía está mandando sobre la política y eso perjudica claramente a los más desfavorecidos. Por ejemplo, en España la competitividad se recupera mediante la bajada de salarios, lo que, unido a los recortes de los servicios públicos, supone un golpe fatal para muchos. Por eso la socialdemocracia debe abanderar la recuperación de la política sobre la economía, regulando su actividad e introduciendo una política fiscal justa que permita una redistribución equitativa de la riqueza vía recursos públicos. Debe recuperar su credibilidad y su capacidad política, porque si no lo hace, la defensa de los desfavorecidos recaerá en manos de populistas que prometerán el cielo pero no ofrecerán nada.

--Sánchez se muestra partidario de acercarse a Podemos, ¿pactaría usted con el partido que lidera Pablo Iglesias?

--Quiero un PSOE que no tenga complejos, que su definición no sea por lo cercanos que estemos a Podemos o al PP o a Cs, me da igual. Quiero que se defina por lo cercanos que estamos a los progresistas y a la gente que lo pasa mal. Que seamos autónomos, no dependientes de si pactamos con unos o con otros. Cada pacto debe responder a la pregunta ¿para qué? y no ¿con quién?