Ponerle voz al problema que uno sufre es un paso clave para reconocerlo y empezar una dura batalla de superación. «Viendo la luz al final del túnel» se encuentra este hombre de Castelló que aceptó ayer, de forma anónima, narrar a Mediterráneo su historia para «poder ayudar a otros». Llevaba más de media vida jugando. «Primero empecé con las cartas, cuando cumplí 18 años, empecé a ir al casino y al bingo hasta que me pasé al juego on line». Ahora, a sus 38 años, lamenta que no pueda recuperar las vivencias, «porque el dinero que uno pierde duele, pero duele más el tiempo mal invertido en esto».

«Caí de cabeza en el juego, era una manera de encontrarme bien, una puerta para excluirme de la sociedad. Es una enfermedad», remarca este vecino de Castelló que ahora se encuentra de baja médica, pero que espera muy pronto regresar a su trabajo. Allí, «con confianza», contó lo qué le pasaba y que iba a tratarse. En ello está ahora.

Una de las circunstancias que tampoco se lo puso fácil fue el hecho de que su padre también jugaba, así que ha vivido siempre de cerca esta adicción.

El momento crucial, en el que abrió los ojos, llegó el día en que su madre le echó de casa. «Necesité un empujón, estaba hundido, se lo agradeceré toda la vida», insiste, mientras asegura encontrarse «muy bien». No ha tenido una recaída, pero siempre está en alerta.

Reconoce que mintió y manipuló durante tiempo por culpa de su ludopatía. Ahora, en lo que espera que sea la recta final de su tratamiento, asegura que la publicidad relacionada con el juego le molesta y mucho. Lamenta la «facilidad» con la que los chavales acceden a las apuestas y asegura sentir «rabia».

Pronto volverá a trabajar, ha descubierto su afición por la lectura y está preparando las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Confía en que el futuro le sonría y deje atrás su ludopatía.