El despertador suena a las 06.30. María tiene guardia de veinticuatro horas en el hospital. No la veré hasta mañana las 09.00. Espero que todo vaya bien. Los medios anuncian que ya son más de cien mil los infectados y nueve mil los fallecidos por Covid-19. Siento vértigo. Y desazón. Miles de españolitos salieron a la calle a gritar consignas cuando las autoridades sanitarias decidieron sacrificar a un perro durante la crisis del ébola. ¿Qué estarán pensando ahora esas personas? Cuando esto acabe… ¿saldrán a protestar por tantos compatriotas muertos?

Lo primero que hago es sacar a pasear a mi perrita, comprar el pan y el periódico. Los mejores minutos del día. Después me encierro de nuevo y preparo el desayuno. Cuando nos ponemos con los deberes constatamos, sin asombro pero sí con gran tristeza, que la web Mestre a casa se ha caído de nuevo. Sonrío de pena. ¡Cuánto inútil anda suelto por el gobierno valenciano! Gracias al e-mail que nos han mandado las profesoras de mis hijos podemos hacer las tareas del día. Inglés, Castellano, Valenciano y Ciencias Naturales. Nos pasamos toda la mañana con ello. Tengo trabajo pendiente del despacho, pero no puedo hacerlo. A los autónomos no nos ayuda nadie a salir de este pozo. Para más inri, mi gestor nos manda un e-mail, a mí y a sus demás clientes, explicándonos que las ayudas prometidas por unos y otros son casi ingestionables. Los decretos que las regulan se contradicen, son interpretables y a veces incomprensibles. Nos pide paciencia. Ya no nos queda de eso. Además hay ayudas anunciadas a bombo y platillo cuyos decretos ni tan siquiera se han publicado. A las 13.30 acabamos las tareas del colegio. Hoy hemos apretado. No hemos dejado nada para la tarde.

A la hora de comer preparo tallarines con huevo. A la carbonara o similar. No soy un buen cocinero de pasta.

En la sobremesa, mientras ellos juegan con sus tabletas, veo la película La perfección, dirigida por Richard Shepard y protagonizada por Allison Williams y Logan Browning. Para mí, tres desconocidos. Me la ha recomendado mi amigo Gustavo. Cuando termina estoy casi en estado de shock. Es brutal, hipnótica, asfixiante. Una jodida maravilla. A la altura de Déjame salir, la alabadísima película de Jordan Peele. Lo comento en el grupo de wasap de Las plumas negras y sale a relucir Hogar, lo nuevo de Javier Gutiérrez y Mario Casas para Netflix. Comento que puede, que tal vez, que quizá. Pero no. La película dirigida por David y Álex Pastor, aunque es un buen thriller, no se puede comparar con las dos que ya he citado. Aunque también es muy recomendable.

Por la tarde montamos el Risk en el salón y echamos la madre de todas las batallas. No la describo aquí porque me faltaría espacio. ¡Madre mía, madre mía! Qué partida. Para cenar preparo unos rollitos fritos de jamón cocido con queso y huevo que quitan el sentido. Ha pasado un día más de esta cuarentena. Nos queda un día menos. Saldremos adelante.

Al final de la tarde leo en la web de este periódico que el molt honorable ha dicho algo así como que no hay ninguna orden oficial para ocultar el número de fallecidos. ¡Madre de Dios! Y además ha comunicado que ha comprado nueve mil setecientas tabletas con conexión 4G para mejorar la conectividad de no sé quién y no sé qué en plena crisis del coronavirus. Y los equipos de protección individual para los sanitarios sin llegar. Pero… ¿en manos de quién estamos?

Y así ha pasado otra jornada sin que escriba ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor