La familia de Rubén F. B., fontanero de Betxí de 47 años de edad, respira aliviada al conocer la inédita sentencia del juzgado de lo Social, número 4, de Castellón por la que, por primera vez en España, se reconoce la incapacidad permanente en grado de gran invalidez a un enfermo aquejado de fibromialgia, sensibilidad química múltiple y electrosensibilidad. Estas dolencias han obligado a este hombre a vivir aislado en una vivienda situada en un paraje rural dentro del término municipal de Betxí.

La pionera sentencia abre la esperanza a todos los enfermos de este tipo de patologías consideradas poco frecuentes para que se reconozca el derecho a percibir, además del 100% de la prestación social, un complemento para poder pagar a un asistente, según señala la letrada Yolanda Bermejo, especializada en derecho laboral y perteneciente al bufete Domingo Monforte Abogados Asociados y encargada de la defensa.

Monforte ha explicado que "la familia está muy satisfecha con la sentencia. Sienten que después de 4 años de calvario judicial, enfermo y aislado en Betxí, por fin, se ha hecho justicia. Se ha reconocido la grave situación que padece Rubén y, con él, toda su familia". En este sentido, la representante legal de Rubén señala que "uno de los estigmas que padecen los pacientes con sensibilidad química múltiple, es la incomprensión de la sociedad y de la administración, que no acaban de entender que se trata de una enfermedad muy invalidante que te hace necesitar de otras personas para realizar una vida normal".

Rubén F.B., quien hasta ahora venía percibiendo una pensión por incapacidad del 55%, regentaba un negocio de reparaciones de fontanería propio cuando notó que su estado de salud comenzaba a empeorar, encadenando bajas laborales hasta verse obligado a cerrar su empresa. Al respecto, su abogada explica que "todos están contentos porque piensan que esta sentencia puede ayudar a otros enfermos a ver reconocidos sus derechos".

Tras un largo peregrinaje por especialistas médicos, finalmente a Rubén se le diagnosticó hasta seis enfermedades, la mayoría de ellas consideradas raras, que le llevaron a vivir aislado y enclaustrado en una habitación, con mascarilla de alto poder de filtrado. Además, tuvo que vender su casa y trasladar su vivienda habitual a un paraje enclavado en la montaña, solo acompañado por Rosalina, su mujer, quien le asiste y quien ahora podrá también beneficiarse de una ayuda.