La semana pasada me hice eco del agradecimiento que me impulsó a contactar desde aquí con la gaiata de la Farola-Ravalet al hablar, ellos y yo, del maestro y profesor don Juan Boix Chaler.

Cuando se cuentan historias como éstas, siempre hay un agarre familiar o personal. Durante varios años, mi vivienda familiar estuvo en la calle Cataluña.

Y cuando ya hemos celebrado la ‘noche de San Juan’ en Benicàssim, todo me obliga a buscar al protagonismo que la plaza de la Independencia ha tenido desde siempre, desde el siglo XIX.

ESPLENDOR. Cuando Castellón luce algo más de cien años el esplendor de un tiempo de desarrollo del que desde tantos puntos de vista se han descrito los pasos de un desarrollo y engrandecimiento urbano y se concreta el tiempo en el que puede calificarse de primer ensanche en la zona del famoso Armelar del Baró y de Breva, trazado por don Godofredo Ros de Ursinos, el que fuera arquitecto municipal desde 1877 a 1923, autor también del proyecto y obra del Teatro Principal.

Ese engrandecimiento de esplendor, ese que podría llamarse ensanche al lugar del nacimiento de numerosas calles en la zona del Hospital produjo en 1923 la aparición de las Rondas, que vino a ser como un primer desvío de la carretera entonces llamada real de Valencia a Cataluña, construida en el siglo XVIII, y que cruzaba nuestra ciudad al viejo estilo, por el centro, a través de las calles Trinidad, Enmedio, San Félix y San Roque.

LA PLAZA. Hay que dejar claro que en 1869 surgió el Paseo de Ribalta en los terrenos del antiguo Calvario y en 1876 se realizó su réplica, el Paso del Obelisco, pero entonces separados por la carretera de Castellón a Zaragoza por Morella, realizada en 1860 y que siguió así hasta 1913, en que se desvió tal como hoy la vemos, uniéndose enseguida los dos paseos a través del nuevo andén. Aquello se convirtió en escenario de muchas batallas de flores y muy populares pruebas ciclistas, por las que se incorporaron grandes peraltes de madera.

Con todo ello, apareció el extenso espacio que constituye la plaza de la Independencia y una ancha línea hasta la vía del tren. Otra calle, hasta alcanzar el final de la calle de San Vicente, naciendo la avenida de Pérez Galdós, famosa ya por la inauguración en 1887 de la Plaza de Toros.

Con el paso del tiempo, la plaza adquirió creciente personalidad urbana. Desapareció el portal de la fira y la ciudad se fue prolongando con la calle Zaragoza hasta la Ronda, cuando en treinta años creció notablemente su población, alcanzando los 34.000 habitantes en 1925. La plaza no solo se convirtió en espacio importante para la circulación y a través del andén central del Obelisco para el paseo de peatones hasta la estación, sino como marco de acontecimientos de distinta naturaleza para los que era tan propicia por su situación y amplitud. Aparte que ya desde antes contaba con el adorno de la notable fachada modernista del alarde azulejero en algunas fachadas, con el edificio donde vivió el muy notable médico castellonense en aquel tiempo, don Juan Bellido. Y en esquina superior de esa manzana, al otro lado de la calle Cataluña apareció en 1921 la nueva y ya prestigiosa Clínica Operatoria del doctor Juan Palomo.

ESPLENDOR. Hay otro de los muchos momentos de esplendor, es cuando cada domingo en torno a mediodía, la animan las familias que van y vienen del Paseo cuando la cruzan los asiduos a los conciertos tanto de la Banda del Regimiento, como la Banda Municipal después. Y en los momentos de máximo esplendor de las llamadas fiestas de julio. O cuando se contemplan muchos núcleos festeros.

LA CORONACIÓN. Pero lo que dio significación histórica a la plaza de la Independencia fue el haber sido en su momento escenario del acontecimiento especialísimo que para Castellón fue la Coronación de la imagen de nuestra patrona, la Mare de Déu de Lledó, el 4 de mayo de 1924. Solamente en un espacio como aquel pudo congregarse un gentío como el que estuvo presente en el memorable acto, rebosando todavía en el Paseo, en el arranque de las Rondas, en la calle Zaragoza. La ofrenda de la corona por el alcalde don Francisco Ruiz Cazador y la propia coronación con la que también participó el entonces cardenal arzobispo de Tarragona, con Francisco Vidal y Barraquer, que plasmó para la plaza de la Independencia una escena que le dio nuevo rango.

Por ello la plaza comenzó a ser objeto de atención y cuidado por parte del Ayuntamiento que, a partir de entonces, inició una serie de obras para embellecerla. Y entre ellas anunció el alcalde, don Salvador Guinot, la instalación de una artística farola en su centro. Inmediatamente se recibieron diversos proyectos y enseguida la farola vino a dar sobrenombre a la plaza y un nuevo perfil a este sector alto de la ciudad de Castellón.

LA PLACA. En 1929 se dio un paso más en la significación de la plaza ligada al acontecimiento de la coronación, pues el Ayuntamiento acordó colocar en la base de la farola una placa para recordar aquel acontecimiento. Se encargó su realización al marmolista don Rafael Gómez Molinos. Era entonces alcalde el general don Manuel Lillo Roca. El 5 de noviembre se efectuó el descubrimiento de la placa.

Con el paso de los años y la lenta pero imparable transformación de nuestra ciudad, la plaza de la Independencia conserva el aroma del tiempo pasado y para los vecinos de Castellón sobrevive el recuerdo de acontecimientos inolvidables.