Hace ya más de un siglo que la calle Colón de Castellón se llamó calle de Zapateros, también el carrer dels botiguers, el gran eje de la ciudad en tiempos pasados, por el dinamismo y a veces bullicio que le proporcionaban tantísimos comercios que allí estaban ubicados. En realidad, Colón y Enmedio eran las vías comerciales de la ciudad, había que pasar por ellas para llegar a la Plaza Mayor, incluso a la mismísima Porta del Sol. Y en ese camino, era fácil cruzar y detenerse als quatre cantons, el cruce entre ambas. Me atrevería a decir que, con el colegio de las Carmelitas en una esquina y la Saldadora Casa Mas en la otra, el enclave urbano tenía una singularidad, que convertían en referencias las crónicas que hablaban de la volteta per el carrer d’Enmig, como punto y seguido de los paseos, que allí acababan para volver a empezar y así una y otra vez. También el hecho de que allí estaba, gracias a don Ricardo Carreras, que allí vivía, el famoso bochinche de la Sociedad Castellonense de Cultura.

En aquel entorno de la ciudad, tuvo lugar algo singular: la vecindad entre dos establecimientos punteros del mismo ramo, Traver y Trilles, que añadidos a J. y J. Dols, constituyeron un poderoso atractivo en el mundo de las ferreterías. Entre los tres, crearon un bloque comercial muy atractivo en Castellón.

CARRER D’AMUNT // En realidad he empezado hablando de la calle Colón y sus cuatro esquinas con la de Enmedio, pero Vicente Trilles me habló mucho más del carrer d’Amunt, la calle de Alloza después de llamarse de Arriba. Le gustaba describirme aquella mezcla de casas de dos pisos con su escaleta, tan de Castellón. O de las de entrada de carro, otro tanto. En una vivían els llauradors, y en las otras, vivían con sus familias los llamados oficialillos, empleados de banca y de oficinas municipales, modistas y pantaloneras, mujeres solteras, en fin, y gente que nunca se había sabido que oficio tenían o anunciaban tener.

Y si te acercabas a la iglesia de Sant Nicolau -me decía también- las casas eran mucho más aparentes, de mayor nivel estético, como de labradores propietarios, ricos tal vez. Y alguna inmobiliaria incipiente, junto al establecimiento de Muebles Navarro o de la farmacia Bolinches. Y músicos y artistas de alguna disciplina, algún profesor del Instituto Ribalta, tan cercano, y hasta un canónigo. “Delante de nuestro establecimiento --aseguraba Trilles-- destacaba colgado un espléndido termómetro con la publicidad de Netol, anunciando la Droguería Catalana, tan conocida entonces, haciendo juego con el martillo que lucía en la fachada de nuestra ferretería, como un símbolo”.

LA VIDA // Ramón Trilles Marzá, que llegaba de Vilafamés, y la dama castellonera Dolores Delago Cazador, contrajeron matrimonio en Castellón y una de las consecuencias fue la de ser padres de tres hijos, los hermanos Ramón, Lolita y Vicente, todos integrados con el tiempo en la ferretería El Martillo.

Nuestro ser humano de hoy, Vicente, bautizado como Vicente Jesús, adquirió un brillo especial al ennoviarse con Nuria Maristany, la hija mayor de las tres hermanas Maristany, es decir, la citada Nuria, Mercedes, que fue Reina de las Fiestas de la Magdalena en 1954, que se casó con el decano del Colegio de Abogados, Vicente Falomir, y Montse, que contrajo matrimonio con Paco Nomdedeu, el de la inmobiliaria.

Vicente y Nuria habían contraído matrimonio en la iglesia de la Trinidad, el 23 de abril de 1953 y ocuparon un tiempo la presidencia de la Real Cofradía de Lledó y, desde entonces, él ha destacado siempre por el ser mayor defensor de su suegro, el arquitecto don Francisco Maristany. Fueron padres de tres hijos, el economista Francisco, el arquitecto Vicente y Nuria, la psicóloga.

Y cuento también cuatro nietas, Rocío, Lucía, Nuria y Laura. Ésta fue Reina Infantil de la Magdalena en el 2007. Laura Torrent Trilles, tan guapa.

MARISTANY // Arquitecto municipal, Maristany proyectó y dirigió la realización del Casino Antiguo. Fue autor de bellísimas obras arquitectónicas, patrimonio entrañable de los castellonenses. Por cierto, don Francisco Maristany es el titular desde julio de 1979 de una calle, que lleva su nombre, situada entre las de San Roque y Almansa. Nació en Barcelona y dejó en Castellón, donde falleció en 1950, huella profesional y familiar de gran calado. El Casino, por ejemplo, con la pintura mineral de su hermosa fachada, luciendo el ocre, que se mezcla de albero, amarillo y pardo, colores de palacio de tronío y foco de luz en la Puerta del Sol. Concebido hace casi cien años por Maristany para iluminar la ciudad desde su novísima restauración total.

El arquitecto vivió y tuvo su despacho profesional en la plaza de Fadrell, mirando a la historia desde su puerta. Me lo contaba Vicente Trilles. Su suegro y la familia vivieron también la vecindad con la calle del Guitarrista Tárrega, la del Maestro Ripollés y la del notable benefactor Casalduch, así como el claustro, ahora musical y artístico, del que fuera convento de los frailes dominicos, que abre sus puertas al labrador castellonense, sintetizado el notable monumento del artista Llorens Poy, situado en la plaza.

EL CIERRE // Después de su jubilación fallecida ya Nuria, su esposa, con sus tres hijos a sus faenas y efectuado el cierre de la ferretería, tuve bastante contacto con Trilles. Sus paseos por las calles de Castellón, despacio, casi en silencio y siempre vigilado, acompañado por la muchacha rumana Micaela acabaron por presidir una tertulia en el Casino. Me dijo muchas veces que leía estas páginas. También con deleite ‘El Humo de los Barcos’. A veces me llamaba la atención, me reprimía, si yo no hablaba suficientemente bien de su suegro Maristany. En la tertulia hablaba poco y escuchaba mucho. Y se solicitaba su opinión sobre cualquier tema. Y todo el mundo estaba de acuerdo en su diagnóstico. Julián Sebastiá estaba siempre al tanto de lo que Trilles decía. Y a mi me permitían que Trilles me diera permiso para que yo me sentara a su lado.

Allí solían estar también Pepe Navarro, el de la tienda del Pilar. Y Adolfo Forcadell, Serafín Forcada, el excelente pintor y presidente del Ateneo, Vicente Castell Alonso, con el médico jubilado Rafael Puig, Miguel Bernat algunas veces, y algún que otro, con la presencia esporádica últimamente del escritor y exprofesor José Alfonso Aledón. H