Entre lo profano y lo religioso, la festa grossa de Castellón, como la definieron antiguos cronistas, el Corpus con todo su esplendor, volvió a salir a la calle en una manifestación que mantiene inalterable su espíritu. Por un lado, ancestrales costumbres en la eterna lucha del bien y del mal, por otro, el culto a la Eucaristía, en una festividad litúrgica que se remonta al siglo XVI.

Nanos, gegants, cavallets, dansa dels arets, muixeranga (rescatada el año pasado) y el universo alegórico de danzantes inundaron el centro de la ciudad. No faltó tampoco la tradicional ballada dels nanos a la corporación municipal (costumbre castellonera) delante de los porches del Ayuntamiento, en la primera ballada a la actual corporación municipal, capitaneada por Amparo Marco, surgida de las pasadas elecciones locales, y también reconocimiento de la Associació de Dansants del Corpus a la Associació Folclòrica El Millars, a cuyos miembros los cabezudos en clave castellonera también bailaron. Una entidad folclórica que recibió el tradicional castanyot, máxima distinción que entrega la Associació de Dansants el Corpus que mantiene encendida la llama de una fiesta que ha vuelto a tener su protagonismo ciudadano, como así lo tuvo durante siglos pasados.

Y tras la parte profana, la procesión religiosa, con la carroza de la custodia de la Sagrada Forma y la participación de más de 600 niños que han recibido el Pan de los Ángeles de este año.

LITURGIA DE LAS BANDERAS // Un cortejo que salía de la Concatedral de Santa María tras finalizar la solemne celebración eucarística y que contó con la participación del Coro de la Iglesia Mayor y de la Coral de Barreros de la Mare de Déu del Lledó, dirigida magistralmente por su maestro titular, Augusto Belau.

Una procesión de liturgia de banderas, ya que participaron también representaciones de las cofradías y hermandades penitenciales, marianas, de gloria, sacramentales, de gloria y de les festes de carrer con advocaciones de santos y vírgenes con sus banderolas identificativas.

Corpus majestuoso y señorial, con olor a cera, pétalos de rosa, tomillo y espliego, con el ritual de fe y elegancia que caracteriza una jornada que en Castellón tiene personalidad propia.

Ya por la mañana el Corpus se hizo notar. Los gegants hacían guardia delante de la casa consistorial. Prólogo a una tarde jubilosa entre la exaltación al amor de los amores y el alma profana de antiguos rituales que permanecen en la memoria colectiva. H