Olor a salitre y fiesta. Mecido por una suave brisa de Levante y con una mar calma y protectora, el Grao respira ya su semana grande marinera. Los graueros paladearon ayer el anticipo de sus fiestas en honor a Sant Pere con la Cavalcada del Mar, en la que vecinos, collas y peñas lucieron con orgullo sus señas de identidad. El origen de un pueblo acogedor pegado al mar.

Miles de castellonenses disfrutaron un año más con el Pregó mariner, plagado de escenas típicas y con el sentimiento grauero recorriendo las calles de un barrio volcado en su esencia. Más de mil figurantes desbordaron las previsiones y representaron momentos y vivencias de un vecindario que se alimenta y disfruta al máximo del Mare Nostrum.

Las remendadoras del Aula debate Mujeres del Grao honraron a aquellas que se dejaban la vista para que no escapase ningún pez; y peñas como el Serrallo o El congre rememoraron escenas antaño habituales en el Grao.

Y, entre estos recuerdos, la Panderola volvió a llegar a su parada en el puerto. Como ya hizo el año pasado, la reproducción de la famosa locomotora pasó por zonas en las que daba servicio a los graueros y visitantes.

También hubo tiempo para la historia. La Penya la Marxa recordó a los piratas que asolaban las costas del Mediterráneo y las filaes de moros compitieron en colorido con la Germandat dels Cavallers de la Conquesta. Todo bajo la atenta mirada de un numerosísimo público y de las principales protagonistas de las fiestas, las reinas Rebeca Robles Gallén y Gal·la Calvo Santolaria. Ellas, como el resto, escucharon con orgullo los versos de F. Alloza en boca de Miguel Valerino, pregoner de todos los graueros a tan solo una semana de Sant Pere.

Las caracolas de la Associació Cultural la Barraca y la Unió Musical del Grau pusieron punto y final al desfile... pero no a la jornada, que continuó hasta bien entrada la noche en el puerto.