Liliana Coerzo es una de las beneficiarias del programa de ayuda alimentaria de Cruz Roja. Separada y madre de dos hijos, «hacía cuatro años que no venía, pero me ha tocado pedirlo», manifestaba. Y es que, como autónoma, muchos son los gastos a los que tiene que hacer frente, como luz, alquiler, cuota... Como ella, son muchas las personas que, carro o bolsa de la compra en mano, acuden a recoger los lotes que la oenegé prepara.

Tras el mostrador, los voluntarios hacen una encomiable labor atendiendo a los usuarios, pero también a quienes vienen a entregar productos. Muchas empresas colaboran con donaciones.

Mamen Esquer, encargada del proyecto de alimentos de esta oenegé, explica: «Al principio tenía miedo, pese a llevar años, pero te echas el temor a la espalda y tiras hacia delante». Lucía de Basilio, explica que lo pasa «muy mal viendo todo lo que estaba pasando con la pandemia, que se ceba con los más débiles». Por eso, decidió intensificar su labor como voluntaria. «Me apunto a todo», explica. Además de ayudar en el reparto de alimentos, lo hace con la entrega de comida preparada a domicilios para los más vulnerables. Un ejemplo.