Nos despertamos a las 8.00 pero remoloneamos en la cama hasta las 9.00. Entonces nos ponemos en pie y preparamos el desayuno. Queda algo de coca malfeta de ayer y un par de cruasanes.

Entre bocado y bocado, mi hijo mayor saca a relucir un tema espinoso. Ha encontrado un nuevo pack de texturas para Minecraft y tanto él como su hermano lo quieren. Lo desean con todas sus fuerzas, pero vale dinero. Empieza una negociación a cara de perro. No se hacen prisioneros. No hay clemencia. A un lado de la mesa hay dos jovenzuelos con elocuentes argumentos, al otro, unos padres que no quieren incrementar el gasto familiar. Al final alcanzamos un acuerdo, nos damos de baja de HBO y destinamos ese dinero a las texturas de su videojuego favorito.

A las 10.00 navego por internet. El enfado con la decisión del club de listos es generalizado. Las tres capitales de provincia de la Comunitat Valenciana, Castellón, Valencia y Alicante, no pasan a la fase 1 de la desescalada. Leo de todo. Hay conformistas, los menos, que afirman que estamos viviendo una pandemia y que hay que hacer de tripas corazón. Toca esperar. Hay otros, los más, por lo general hosteleros, que se sienten engañados. Hasta ayer se les hizo creer que mañana podrían abrir sus negocios y han llenado de género las cámaras. Ahora no saben qué hacer o qué pensar. Están enfadados y no les falta razón.

Leo que la consejera Barceló y el presidente Puig lloran amargamente por lo sucedido. El club de listos les ha hecho la jugada del 13-14. Les hizo creer que sí y al final fue que no. Apoyo a Barceló y Puig en sus reivindicaciones. Pero exijo transparencia. Algo huele a podrido en Dinamarca.

Por cierto, sí, me refiero a esos quince individuos que conforman el comité de expertos para la desescalada como el club de listos. Porque son un club. Un selecto club. Y porque en teoría son listos, aunque el día que se hagan públicos sus méritos y currículum tal vez haya que...

A las 11.00 salgo a comprar el pan y el periódico. A ver qué buenas nuevas nos trae el cuarto poder. Cuando vuelvo a casa encuentro a mi mujer viendo un tutorial de Youtube sobre cómo comprar un pack de texturas de Minecraft con una cuenta de pago familiar. La cosa es harto difícil.

Para comer hemos encargado unas croquetas en la carnicería Escriche. Dos de rabo de toro, dos de jamón serrano y dos de gambas al ajillo. Vienen acompañadas de una tabla de quesos y un crep de revuelto de boletus y jamón de Teruel. De postre, tiramisú. No podía ser de otra forma.

Durante la sobremesa me escribe mi amigo Eugenio. Su proyecto Graphesol ha sido seleccionado para la final de una prestigiosa convocatoria de emprendedores contra el coronavirus. Me siento orgulloso de él.

A las 17.30 salimos a la calle para nuestro paseo diario. Le damos mucha caña.

Cuando regreso veo que un amigo me ha mandado por wasap la estadística interna de Sanidad. Parece que algunos departamentos de salud han entrado en la fase 1 con peores resultados que otros que siguen en la fase 0. Habrá que estudiar bien qué ha pasado.

A las 20.00 aplaudimos desde balcón. Apenas quedamos un puñado de valientes.

Y así pasa un día más sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela.

¡Maldito virus!

*Escritor