En el día después de las elecciones municipales una tesis se impone frente a todas los demás: el PSPV-PSOE es hegemónico. Y lo es porque le ha dado la vuelta al calcetín electoral con un cambio de ciclo que se inició hace cuatro años, se consolidó en las autonómicas del pasado 28 de abril y que se ha reafirmado en las locales del 26-M. El PSPV-PSOE acapara casi todo el poder institucional al tener números para situarse con cierta holgura al frente de la Generalitat, Diputación, el Ayuntamiento de la capital y los principales municipios de la provincia.

Podría decirse que, tras una década de fragmentación política muy vinculada al desgaste que vivieron los socialistas como gestores de los primeros años de crisis, el voto útil progresista vuelve a concentrarse en un PSOE que vuelve a ser algo así como la casa común de la izquierda. Los del puño y la rosa salen reforzados al haber ganado en las urnas el colchón suficiente para no depender tanto de los pactos.

El suflé de los que han sido socios de gobierno de los socialistas durante la última legislatura ha bajado a niveles mínimos y las sobras las ha recogido un PSPV que ha ganado prácticamente 20.000 votos respecto a la cita con las urnas de hace cuatro años. Una vez más, se demuestra que los partidos sin estructuras fuertes aguantan mal el paso del tiempo.

Aunque el hundimiento de Unides Podem merece capítulo aparte, Compromís tampoco sale bien parado de los comicios. Aún reteniendo cuatro alcaldías, la caída con respecto a las municipales del 2015 es importante y aleja cualquier opción de hablar de tú a tú a los socialistas, algo que ya parecía difícil después de las autonómicas de hace un mes pero que ahora queda enterrado a la espera de tiempos mejores.

Vuelven las mayorías

En suma, y cuando parecía que los pactos y la fragmentación habían venido para quedarse, resulta que vuelven (con matices) las mayorías absolutas de los partidos de siempre. El PSPV podrá hacer ejecutivos monocolor en plazas clave como Vila-real, Benicarló, l’Alcora, Almenara o Morella. No obstante, alcaldes como José Benlloch podrían optar por facilitar la entrada de Compromís en sus gobiernos para mimetizarse con la realidad provincial y autonómica que está por venir, pues tanto en la Diputación como en el Consell sí son necesarios los acuerdos.

En el caso del PP, y pese a que la lectura es necesariamente mucho más negativa que en el PSPV, también hay varios éxitos en forma de mayorías absolutas en ayuntamientos importantes. Es el caso de Onda, Segorbe (en ambos casos municipios recuperados al bloque de izquierdas), Alcalà de Xivert y Peñíscola.

Más fuerza para el PSPV

En el caso de las localidades donde sí son necesarios los pactos, todas ellas tienen un nexo común: la posición de fuerza negociadora que tendrá el PSPV gracias a sus buenos resultados del 26-M, lo que combinado a las 63 mayorías absolutas del PP permite dibujar un panorama provincial de bipartidismo imperfecto, con socios que tienden a ser minoritarios.

Las casuísticas, no obstante, son diversas. Por un lado están aquellas ciudades en las que la victoria socialista abre un abanico de opciones que ya no se reduce a reeditar los acuerdos de progreso, sino también a explorar pactos con Ciudadanos -que ayer ya suavizó su negativa a acuerdos con el partido de Pedro Sánchez-- e incluso a tratar de tirar adelante la legislatura en solitario, con pactos puntuales con otras formaciones. Entre esos casos destacan Burriana, Almassora o la propia capital. Por otro, también hay localidades como la Vall d’Uixó en las que el PSPV no dependería de acuerdos tripartitos y podrá optar por un único socio, aunque ayer Tania Baños ofreció a Compromís y Esquerra Unida entrar en el gobierno.

Cambio en la Diputación

Una de las grandes noticias que deja la jornada electoral es el vuelco que se produce en la Diputación de Castellón 24 años después. Hay que remontarse a Francisco Solsona, que gobernó la institución entre 1983 y 1985, para encontrar a un presidente socialista, lo que habla muy a las claras de la contundencia del cambio político. El gobierno provincial ha sido el último bastión del Partido Popular, hasta el punto de que en la noche electoral del 2015 el aún presidente, Javier Moliner, se refirió a esta institución como «la Covadonga del PPCV» en referencia a una reconquista que finalmente no tuvo lugar.

Ahora se abre un nuevo tiempo en el que los socialistas acumulan prácticamente todo el poder en la provincia, lo que permitirá a sus alcaldes tener gobiernos en sintonía con los centros de poder provincial, autonómico y estatal. Esto, que sin duda presenta ventajas a la hora de ir de la mano en proyectos e inversiones, también eleva el nivel de exigencia para un partido ya rodado durante cuatro años en la Generalitat y en decenas de municipios.

Reducto popular

Si al PP le queda un reducto ese es sin duda las 63 alcaldías que tiene aseguradas gracias a otras tantas mayorías absolutas. Muchas de ellas las cosecha en los municipios del Castellón interior que se ha mantenido fiel a los populares. Esto se explica en buena medida gracias a su potente estructura territorial, ya que fue el único partido que presentó listas en todos los pueblos.

La otra buena noticia para el PP es que Ciudadanos se ha quedado muy lejos del sorpasso que se había propuesto en los municipios importantes. La formación naranja fracasa en ese intento y pierde apoyos, con lo que pese a mantener la representatividad no tendrá alcaldías en Castellón. H