Luis García García, conocido en toda Venezuela por su nombre artístico, Luis Canaguá, llegó a actuar por toda Sudamérica en estadios repletos de decenas de miles de entregados espectadores. Comenzó a cantar con solo dos años, pero fue a los 16 cuando emprendió su carrera como cantante que le llevó a triunfar en su país natal, así como en Colombia, Brasil y todo el continente. Editó tres discos y cuando estaba en la cresta de su popularidad, Hugo Chávez se aupó al poder.

Lejos de ser un problema, el controvertido dirigente le ganó para su causa, convirtiéndole en uno de los músicos predilectos en la sede gubernamental del Palacio de Miraflores. «Descubrieron que en los conciertos y festivales, aunque había muchos artistas, era yo quien movía la tarima, quien llevaba alegría al escenario, así que se percataron e hicieron de mí su favorito», relata el protagonista, que ha fijado su residencia en Castelló, donde vive con su hija Yisel. De hecho, mañana viernes actuará en la Fiesta de las Paellas de Benicàssim.

Añade Luis Canaguá que pese a convertirse prácticamente en el coplista de Chávez, «no cantaba por fanático ni por ideología. Lo hacía porque es lo que me gusta y moriré haciendo esto». De todas formas admite que los primeros años del régimen bolivariano fueron bien distintos a los actuales: «Al principio le admiraba, como otros millones de compatriotas, así que le dediqué alguna canción. Una de ellas, El Comandante de Acero, le ayudó a ser más famoso cuando salió de la cárcel y la asumió casi como un himno oficioso».

La situación dio un giro importante con la muerte de Chávez y la llegada al poder de Nicolás Maduro. «¿Quién puede apoyar ahora esa sinvergonzonería? Se han cortado libertades y el país está peor que nunca, repleto de injusticias», afirma Luis Canaguá, que no oculta sus sentimientos para con el actual presidente: «No era lo mismo subir a la tarima con Chávez que con este bobo». El artista recuerda cuál fue la gota que colmó el vaso de su paciencia. Ocurrió en un encuentro con Miraflores con el propio Maduro: «Yo fui porque me debían un dinero por las actuaciones. Me reuní con su asistente, Carmen Meléndez, que solucionó el problema, y entonces llegó él. Me dijo que yo era un arrecho, y que mi vaina no le gustaba. Me dijo que él es urbano y lo suyo es el rock y el reggaeton. Ni yo quería seguir allí, ni ellos querían que siguiera».

Su hija, Yisel, matiza a su padre asegurando que Maduro ya conocía la disidencia política de Luis Canaguá y por eso le dijo lo que le dijo: «Le amenazaron porque estaba cantando para la oposición, estaba alzando la voz por el pueblo, y eso en una figura tan conocida como él, no lo podían permitir». Así que ni corta ni perezosa, como ya residía en Castellón, donde ejerce como instructora de yoga, pidió a su padre que le acompañara, pues además su progenitor sufre principios de Alzheimer: «Le han diagnosticado esta enfermedad pese a que solo tiene 55 años. Creo que la tensión que ha sufrido le ha perjudicado».

Ya en España, el artista quiere recuperar su carrera. «Extraño mi entorno de amigos y ciertas comidas, pero aquí hay muy buena calidad de vida y variedad culinaria. Además Castelló es hermoso; me parece un paraíso». Actualmente se encuentra en proceso de ser considerado un exiliado político: «Me siento un chaval y busco empleo estable». A poder ser, como buen artista, en el mundo de la canción. De hecho quiere explorar el folclore autóctono para adaptarlo a su repertorio.

Luis Canaguá, en la Plaza Santa Clara de Castelló, ciudad en la que reside en la actualidad.