Recuerdo muy a menudo que, en la librería Armengot, en la céntrica calle de Enmedio, hubo muchos momentos en que los castellonenses de la capital se mostraban muy interesados por las obras y los saberes culturales de los vila-realenses, el reverendo don Benito Traver García y su sobrina, pintora, Concha Beltrán Ramos. Se habló de ellos en nuestro periódico y en otros medios nacionales. Él había escrito una erudita Historia de Villarreal, que se había impreso en la imprenta Rosell en nuestra céntrica calle Campoamor. Ella estudió y se hizo maestra, en la Escuela Normal de Magisterio, en Castellón, mostrando siempre una personalidad arrolladora.

Don Benito, sacerdote, historiador y organista en la Iglesia Arciprestal de Vila-real, y siendo su tío, se convirtió en el protector de Concha, su educador cuando falleció el padre de la muchacha, siendo una niña de cuatro años de edad. Don Benito había pasado al final 38 años de su vida en la Iglesia Arciprestal y en ese tiempo, intervino también como cronista oficial de la ciudad y alentaba a su sobrina en la práctica del dibujo y en la pintura, mientras él no paraba de escribir y editar gran número de obras, que le editaban unos y otros, especialmente instituciones de Castellón. Era también Académico Correspondiente de la de Bellas Artes de San Fernando. Había nacido en Vila-real en 1866 y allí falleció el 12 de junio de 1933.

Han quedado, claro, sus obras literarias, como la citada Historia de Villarreal, Los músicos de la provincia de Castellón, Apuntes históricos, Reglas pedagógicas para el canto de los niños…

Por otra parte, su producción musical es tan intensa que solamente me atrevo a citar lo más importante y significativo, es decir Los tres pedretes, El Mercat del meu poble, La despertá de l’aurora…

En su primera juventud cultivó el género de la zarzuela y escribió tres obras de matiz religioso, El Pavo, La Gruta de Lourdes y Los cuervos sobre la tumba.

CONCHA BELTRÁN. Ligada desde la infancia, al morir su padre, a don Benito, Concha Beltrán Ramos fue pintora de gran magnitud y de una manera pintoresca en su comienzo. Me cuentan que un día mossén Benito, siendo Concha todavía muy niña, la envió a casa de una pariente, profesora de piano, para que llevara unas partituras de parte del sacerdote. Y Conchita, antes de salir de casa fue a peinarse y al observar su rostro frente al espejo, comenzó a dibujarlo y a pintarlo. Y cuando su tío vio la gracia de su dibujo, comprendió que la niña poseía dotes para el arte y ya le proporcionó la ocasión de asistir a las clases de maestros profesionales. Ella quedó al principio un tanto sorprendida, pues estaba convencida de que estudiaría con su tío música y especialmente piano, ya que siempre había sido así desde el principio. De todas maneras, entre unas y otras cosas, estudió la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Castellón, aunque después nunca ejerció de maestra.

La vida es en verdad un auténtico laberinto en el que no siempre sabemos donde nos lleva.

LOS MATICES. Otra faceta a destacar de la vida de Concha Beltrán es que, viviendo en la casa de su tío mossén Benito, tuvo que ejercer de ayudante suya mientras el sacerdote estaba redactando sus obras y necesitaba salir de casa, de aquí para allá, y la sobrina y su tío salían juntos muy a menudo. Él con su cuaderno de notas y ella con su máquina fotográfica. En realidad le tocaba hacer de secretaria, de copista, la que llevaba al cuello su máquina de fotografiar, unas veces en la diligencia de aquel tiempo o en carro o a pie. No es extraño que muchas veces fue considerada, piropeada como coautora de la obra, aunque nunca quiso aceptar el reconocimiento.

--El único autor de las obras es mi tío -decía—, yo solamente me veo como una colaboradora. Mi tío es el historiador, investigador y un músico excelente.

Le dio tiempo para asistir muy a menudo a los actos y las clases de la Agrupación Coral Els XIII, de Vila-real. También hizo pinitos de profesora de Bellas Artes en Burriana, tan cerca de casa. Y eso la animó a abrir su propia academia en su ciudad, en la calle del doctor Font, en un principio, para pasar después a un amplio local de la calle Mayor San Jaime y, definitivamente, hasta sus últimos años, en la calle Colón. Como falleció a los 92 años, estuvo ejerciendo como profesora tantísimos años de su vida.

ALUMNOS. Es la profesora universitaria doña Herminia Samblás quien me habló de ella. De los muchos alumnos que pasaron por su academia. De Vila-real, de Castellón y de algunos pueblos de la comarca, agrupados en tres turnos, a un promedio de 20 alumnos por turno. Entre ellos se encontraban alumnos procedentes del sector de la construcción, es decir, albañiles interesados en el dibujo lineal para la correcta interpretación de planos. Otros eran profesionales de las fábricas de azulejos, ya tantas en Vila-real. Algunos iban a aprender dibujo geométrico, que aplicarían al diseño industrial.

MATRIMONIO. Concha ya era mayor cuando contrajo matrimonio con José Tarancón Domingo, tío del cardenal Tarancón. Y como no tuvieron hijos, se pudo dedicar de lleno a su profesión. Y así, ella pintaba cuando tenía un tiempo libre en la academia. Recibió muchos encargos, entre los que figuran gran número de temas de carácter religioso. Es normal que haya obras suyas en algunas iglesias de la provincia, incluidos ajuares y casullas, así como otros ropajes eclesiales.

En la biografía de Concha Beltrán destaca su viaje a Roma en 1933 y también a Turín para aprender de los grandes. Era su forma de ser y comportarse.

Han hablado de ella Llorens Poy, también Martí Font, y mi amigo de algunos veranos cerca del mar, Llorens Bort.