«En los momentos complicados se ve cómo son las personas». Con esta frase introdujo Amparo Marco su agradecimiento al apoyo recibido no solo por las distintas sensibilidades que forman el tripartito en Castelló, sino por los partidos de la oposición presentes ayer en la multitudinaria la rueda de prensa en el salón de plenos del Ayuntamiento.

La alcaldesa de la capital de la Plana cerró su comparecencia --que se había echado de menos la noche anterior-- con emoción visible e indisimulada. Pocos asuntos más delicados de gestionar desde la plaza Mayor que acatar el aplazamiento de las fiestas de la Magdalena. Han sido y serán horas y días difíciles y frenéticos para Amparo Marco, una sucesión de reuniones de crisis y tensas esperas. Los momentos complicados enseñan también a la persona que hay detrás del político y Marco sonó tremendamente humana y sincera cuando pidió por favor que la responsabilidad gobernara todos los actos de los ciudadanos. En ese equilibrio transita desde hace días, entre lo que dictaba el corazón y lo que impone el cerebro, entre las emociones desbordadas por lo que significa en Castelló la Magdalena y la frialdad necesaria para realizar la política correcta. El decaído lenguaje gestual del equipo de gobierno --de concejales, asesores, empleados varios-- reveló que la recuperación que necesita Castelló tras el aplazamiento de las fiestas no solo será económica, sino también anímica. La ciudad amaneció envuelta por un halo de tristeza, tocada en la autoestima. Éramos todos magdaleneros y no lo sabíamos, dijo alguien al cruzar después la plaza del Ayuntamiento.

Por ello, Marco cambió la inercia cuando recordó que, a lo largo de siglos de historia, Castelló había encarado numerosos obstáculos, algunos tan graves como guerras, y los había superado. La alcaldesa creció y convenció cuando dijo que Castelló saldrá también adelante de esta. La unión que simbolizó ayer el equipo de gobierno, y a la que se sumó la oposición en un gesto de altura política, es justo la unión que necesita la ciudad ahora, la que se requiere para sobreponerse al coronavirus, una desgracia de primera.