Vino embarazada desde Ucrania hace casi un año, huyendo de los bombardeos y la guerra en su país. Bali Adam, de 21 años, sostiene a su hija, de seis meses, en brazos y llora al recordar cómo era su vida en Europa del Este. Ahora reside en Vila-real, donde lleva seis meses en un piso de acogida. Anteriormente, nada más llegar a España, pasó los primeros 60 días en Castellón.

--¿Cuál fue la razón por la que decidiste marcharte de tu país?

--El Gobierno quería reclutar a mi marido para ir al frente porque él trabajaba en una fábrica de armas. Una pareja anterior mía había luchado en la guerra y, cuando regresó, había perdido la cabeza. Nunca se recuperó de todo el horror que vio allí. Veíamos morir a nuestros amigos y estábamos atemorizados. La situación era crítica. Además, yo estaba embarazada y no quería que mi marido acabara así. En Ucrania, además, me engañaron y me dijeron que mi bebé tenía una discapacidad psíquica y que tenía que pagar para que le aplicaran un tratamiento. No podíamos soportar esa situación, así que decidimos escapar y venir a España.

--¿Cómo fue el proceso para salir de forma clandestina de vuestro país? ¿Quién os ayudó?

--Nosotros somos de un pequeño pueblo y viajamos hasta el aeropuerto de Kiev en coche con ayuda de un conocido que nos llevó.

--¿Vuestros allegados os ayudaron también económicamente?

--Nuestros amigos nos dejaron dinero para poder afrontar los gastos del viaje, ya que nosotros no teníamos nada, y conseguimos volar hasta Barcelona sin que nos pararan. Cuando llegamos a España respiramos aliviados.

--¿Dónde fuisteis al llegar?

--Lo primero que hicimos fue irnos a un hotel a Lloret de Mar y eso que no hablábamos nada de castellano. Fue muy difícil para los dos. Nos pusimos en contacto con Cruz Roja, y ellos nos dijeron que podíamos entrar en el programa de acogida. A partir de ahí, nos dieron como destino la provincia de Castellón y empezamos nuestra nueva vida aquí.

--¿Dónde vivís en la actualidad y cómo es vuestra vida?

--Ahora estamos en un piso de Vila-real mi marido, mi hija y yo. Compartimos la casa con otras personas refugiadas. En concreto, con tres personas: una de Colombia, otra de Palestina y otra de Honduras. Mi marido es electricista y ha conseguido trabajo en una fábrica.

--¿Cómo es tu día a día en Vila-real? ¿Qué tipo de actividades formativas realizas?

--Yo no trabajo. Cuido a mi bebé y estudio castellano en casa. En Vila-real tengo todo lo que necesito y estoy feliz de poder haber dejado atrás la vida de guerra que teníamos en Ucrania y criar a nuestra hija en un país donde hay Paz. Estoy muy agradecida.