El PSPV es ahora una incógnita. Al igual que en el PSOE en Madrid, nadie sabe lo que puede pasar en la Comunitat Valenciana. Pero en lo que sí coinciden muchos es que una cosa es Pedro Sánchez y otra bien distinta Ximo Puig. Me explico. Pese al rechazo de muchos militantes y cuadros socialistas a la decisión del president de dimitir de la ejecutiva federal y ayudar a la caída de Sánchez, hay también coincidencia en que es preciso un ejercicio de responsabilidad para no desestabilizar a un partido que tiene a su líder al frente del Consell. Ha costado mucho llegar hasta aquí --más de 20 años-- y no conviene dinamitar a un PSPV que tiene a Mónica Oltra agazapada y de perfil, esperando su oportunidad en el 2019.

Una responsabilidad, además, reforzada por el hecho de que Puig es quien tiene en sus manos el DOCV (Diari Oficial de la Comunitat) y, por tanto, la capacidad de nombrar o destituir cargos. De ahí que nadie se mueva en espera de acontecimientos, y solo afloren las críticas de aquellos que han quedado fuera de los repartos y no tienen nada que perder. Incluso algunos de estos ya han reculado, por si acaso. Lo normal es que el de Morella pueda disfrutar ahora de una aparente tranquilidad interna a la espera de un congreso de País que como mínimo sería en la segunda mitad del 2017. En cuanto a los efectos que pueda tener la crisis del PSOE --y la decisión que adopte sobre si se abstiene o va a terceras elecciones--, Podemos tiene un dilema en la Comunitat. Antonio Montiel, más cerca de las tesis de sus socios en el Palau que de su líder en Madrid (Pablo Iglesias), ya sabe que si le retira el apoyo al pacto del Botánico está dando alas al PP de Isabel Bonig.

Por si a los podemitas se les ocurriera romper la baraja, Puig se afana en seguir a rajatabla el guión del no es no a Mariano Rajoy, mirando de reojo la abstención táctica. H