La actual directora del Instituto Francisco Ribalta, doña Paloma Segura Mestre, me ha hecho llegar la invitación para asistir hoy, día 14 de enero, al acto de conmemoración del Centenario de la inauguración del centro, que tendrá lugar en su salón de actos, desde las 12 de la mañana.

Lo cierto es que mi apellido, quieras que no, forma parte de la historia del instituto. Mi padre fue alumno en sus primeros años, desde 1917, yo mismo lo fui en los años cuarenta y cincuenta. Tres de mis hijos, alcanzaron el bachillerato en el Ribalta. Y dos de mis nietos, Sara y Daniel, lo han sido y lo son alumnos del mismo. Con todos los archivos y documentación pertinente, queda claro que fue el 14 de enero de 1917, hace por tanto cien años hoy, cuando fue inaugurado con toda solemnidad lo que fue entonces el actual edificio, con asistencia de muy significadas personalidades de Castellón.

Ya es sabido que el instituto estuvo sostenido inicialmente, en un principio en la hoy plaza de Santa Clara, por la Diputación Provincial y se denominó Instituto Provincial de Segunda Enseñanza. Corría el año 1846. Y así se mantuvo hasta 1857, cuando pasó a denominarse, como todos los institutos de España, Instituto General y Técnico.

Nueva denominación

En el año 1924 fue denominado Instituto Nacional de Enseñanza Media, ya en la actual ubicación. Como todos los demás. Así que, como se ha dicho, estuvo en su primer tiempo en la plaza de Santa Clara, con acceso y fachada en la calle Mayor, espacio donde hubo un cuartel militar, después de que el edificio fuera ocupado por las monjas Hermanas Clarisas, que se trasladaron después a Vila-real y que era conocido por el Convento de la Purísima Concepción, con solemne iglesia gótica, que el obispo Salinas convirtió en un templo neoclásico de sencillas líneas, con estucos, molduras y ornamentación delicada y elegante, con decoración espléndida del pintor Joaquín Oliet, contratado al efecto.

De todas maneras, el recuerdo del convento siempre ha llegado a todos los vecinos de Castellón de la época. Y es que, en toda la ciudad, se extendió la leyenda de que todavía se oían a través de los ventanucos los suspiros de las doncellas que tantos años antes habían sido alojadas allí por las mejores familias. Nos lo han contado en sus escritos desde Gimeno Michavila a don Ángel Sánchez Gozalbo y don Luis Revest, incluso don Vicente Traver Tomás a través de su hermoso libro Antigüedades de Castellón.

El siglo XX

Bueno, llegado el siglo XX y teniendo en cuenta el deterioro que el local de Santa Clara iba mostrando, las fuerzas vivas de la ciudad ya empezaron a pensar en proyectar un nuevo edificio. Y, una cosa detrás de otra, en el solemne acto de la apertura del curso 1917-18, en texto de máxima importancia para la historia del centro, el entonces secretario, don Damián Alcón, afirmaba lo siguiente: «Siendo el señor Canalejas Presidente del Gobierno de Su Majestad, se anunció el concurso de proyecto de edificios con destino a institutos; en el Real Decreto del 15 de junio de 1910 se significó al arquitecto castellonense don Francisco Tomás Traver, haber sido aprobado el proyecto por él presentado. Así, el 22 de julio del mismo año ya se autorizó a dicho arquitecto a que procediera a la ejecución de las obras, que comenzaron en verdad el 22 de febrero de 1912, con fondos del Estado. Obras que vinieron efectuándose durante varios años. Y el 14 de enero de 1917, se celebró por fin la fiesta de inauguración. Son cien años, el centenario que ahora mismo se conmemora. Todo Castellón y su provincia está involucrado en ello y todos formamos parte de la historia.

El edificio

El actual edificio, todavía grandioso inmueble, emplazado en la antigua plaza de Vilarroig, se situó en realidad sobre el solar de la que había sido primitiva plaza de toros de Castellón. Ocupa una manzana completa, situada entre la actual avenida del rey Don Jaime y las calles Rosell, Vilarroig y Aliaga, próxima a lo que en los planos es como el auténtico centro urbano de Castellón.

La zona central del edificio, que se articula alrededor de sus tres grandes patios, al igual que la tercera zona, que rodea la pista deportiva, que consta de dos plantas. Un atrio claustral, una escalera monumental, varias accesorías, laboratorios, museos, seminarios, aulas, bello salón de actos decorado por el pintor Castell Doménech, biblioteca, vivienda del conserje, despachos, torre del observatorio meteorológico, capilla, archivos, sala de profesores, constituyen las distintas dependencias. El centro se bautizó con el nombre y homenaje al extraordinario pintor Francisco Ribalta, sigue siendo un faro que guía las enseñanzas medias, como centro básico fundamental de los colegios libres adoptados de varios enclaves de la provincia, desde el 16 de enero de 1943.

Nombres propios

En un espacio de tiempo tan amplio como cien años, han tenido singular protagonismo un grandísimo número de seres humanos: directores, secretarios, alumnos de cualquier asignatura, pero aparece con brillo en la página el nombre de don Eduardo Fernández Marqués, que sustituyó en la cátedra de lengua y literatura españolas al legendario e ilustre don Joaquín de Entrambasaguas. Y aquí no se limitó a ejercer de profesor, sino que desempeñó también los cargos de secretario y director. Y creó además un ciclo de conferencias itinerantes en la llamada ‘Cátedra del Mediterráneo’ y por ello estuvo siempre muy cerca de un grupo de castellonenses de amplísimo relieve, como Bernardo Artola, Salvador Guinot, Luis Revest… Grupo insigne en verdad el que acompañó a don Eduardo. Y ahora me deslumbran otros nombres: José de la Torre Rebullida, Francisco Esteve Gálvez, César Marín, Carlos Alonso Armiño, el exquisito pintor y profesor de dibujo Ramón Catalán, Vicente Sos Baynat, mossén Andrés y mossén Amorós, el excelso director José Trullén y quien intervino como director en la celebración hace 25 años del 75 aniversario del Instituto Francisco Ribalta, don Ismael Sanjuán Monzonís. Por su parte, el galardonado como Premio Príncipe de Asturias de Investigación don Federico García Moliner, repetía que los alumnos fueron muy afortunados.