Pintor galardonado con una Primera Medalla Nacional, fue nombrado Hijo Predilecto de Castellón en 1952. En el espacio de la antigua Escuela Normal, hay a su nombre un nuevo centro de enseñanza secundaria y lleva también su nombre la plaza del mercado del Grao, entre las calles Álvaro de Bazán y Alcossebre.

LA VIDA. Cuando el 8 de abril de 1889 nace Juan Bautista Porcar Ripollés en la plaza de Santa Bárbara, allá al final de la calle de San Félix en Castelló, se están haciendo cábalas sobre el fin de siglo y se especula sobre la cifra mítica de los treinta mil habitantes, que parece inalcanzable, aunque se están viviendo unos momentos de esplendorosa vitalidad creadora.

Miguel Porcar Vall, jornalero del campo, y Carmen Ripollés Breva son los padres del niño Batiste, que fue bautizado en Santa María del día 10 de abril.

Ha dejado escrito Gonzalo Puerto que Porcar, que vivía con su abuela en la calle de les Moreres, tenía dificultades para pronunciar la erre y que, para superarlo, comía membrillo, que al producirle áspera sensación en la boca le facilitaba la pronunciación. Con el tiempo fue fácil charlista y fluido conversador.

SUS INICIOS. Porcar recordaba siempre con ternura sus años de llauradoret y sus primeros sueños pictóricos, aquellos que le impulsaron a pintar sobre una pared de la alquería un mural de los Coros Clavé, la prestigiosa agrupación músico-coral que ofreció un magno concierto en Castellón. Fue el hecho que propició su ingreso en la academia del ya entonces famoso Vicente Castell, aunque el primer encuentro entre los dos fue casi violento. El maestro le obligaba a trabajar solamente la escultura después de las primeras pruebas y el alumno quería ser pintor. «Eso puso muy contenta a mi madre, porque ella veía que los pintores siempre iban sucios de manchas. Pero esos dos años fueron un martirio para mí».

Al final cedió el maestro y Porcar evocaba con cariño los años que ejerció de ayudante, criado y discípulo de Castell.

A los 17 años, la Diputación le concedió por primera vez una beca para estudiar en la Escuela Superior de Bellas Artes, de València, donde ganó su primer premio a la Exposición Regional de 1907. Después, servicio militar durante muchos años en Barcelona y en Castelló, mecenazgo de Salvador Guinot y Joaquín Vicent y de los banqueros Valls en Barcelona, con su primera exposición individual en La Pinacoteca, sala que cultivó y a la que confió sus cuadros hasta el final. La permanencia de su obra en Barcelona, motivó el que fuera considerada como de la escuela catalana por cítricos e historiadores.

En el año 1931 Porcar contrajo matrimonio con Carmen Aparici Garcés y establecieron su hogar y estudio del artista en el ya legendario hort de Victorino: «Cap palau deu d’existir en la terra que supere la bellesa a les queatre parets de l’hort de Victorino, on mon sogre havia plantat una terrasa de pins i construit un maset i unes basses plenes d’aigua».

SU OBRA. Desde allí, en su afán investigador, colaboró con los científicos Abate Breuil y Hugo Obermeier en la realización de los calcos de las pinturas rupestres de la Gasulla y Valltorta. Y, siempre, sintiéndose involucrado en cualquier anhelo o reivindicación de su pueblo.

Mientras tanto, resplandecía en Castellón la amistad-rivalidad con el escultor Juan Adsuara que, con don Carlos Espresati, tanto influyeron para que Porcar alcanzase la cima de su prestigio en España con la obtención en 1954 de la Primera Medalla Nacional, especie de Premio Príncipe de Asturias de este tiempo. Antes, durante y después cien exposiciones majestuosas: Barcelona, Valencia, Bilbao, Alicante, Madrid, Castelló, París y Londres. Más de mil cuadros entre los que luce con embeleso la magia de los cielos de Castelló y del Grau, sus pinares, sus nens…

Conservo con amor el libro y la dedicatoria de Porcar -me apellida «gran espiques de les lletres»-, desde el día 7 de marzo de 1964 en el que presentamos en la librería Armengot la obra El Pintor Porcar, Vida y Afanes, de Gonzalo Puerto, en un acto cultural de las fiestas de la Magdalena, presidido por la reina Mari Carmen Ejerique.

En la charla posterior al acto, ya nos adelantó su intención de escribir y publicar sus memorias, lo que después serían sus Trencs, moradures y verducs, donde palpita el Porcar escultor y arqueólogo y, sobre todo, el Porcar ser humano, el de los sentimientos cambiantes. Y en ese momento, más que chupar, mordía el puro habano, signo de la celebración. «Cuantes ploreres fins aplegar ací!».

A pesar de las felicitaciones, él no podía contenerse:

«He tenido muchos motivos para llorar en esta vida. Cuando perdí a mi madre, cuando nació mi hija muerta, cuando murió mi mujer y los cuñados me desheredaron… pero pienso que aún me quedan sueños y esperanzas».

Recuerdo que al final nos obsequió con una pirueta cómplice en torno a su bastón, mientras volvía a encender su puro habano, que no abandonaba.

Correspondiente a las Reales Academias de San Francisco, San Carlos y Sant Jordi, también recibió la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Valencia.

Murió el 22 de noviembre de 1972; «Ha mort Porcar», fue el boca a boca a media voz que se extendió por Castelló. En Santa María sonó la marcha fúnebre de Chopin, en interpretación de la Banda Municipal. Ofició Ramón Rodríguez Culebras y en el presbiterio estuvo el obispo Cases Deordal.

Cuando llegamos al cementerio afloraron a la memoria de todos, aquellas frases de Bernat sobre la terra vermella, sangonosa de la Plana de Castelló en la obra del maestro. En el bolsillo de mi chaqueta se arrugaba el recorte de periódico madrileño, que titulaba Desde Porcar, se pinta el cielo.

Y un manojo de lirios morados envueltos en hojas de laurel, traspasaba las nubes blancas, huidizas, majestuosas, en busca de un hermoso cielo presentido.