Se llamaba Cayetana y durante años fue una de las muñecas más deseadas por las niñas de Castellón. Y eso que su precio era prohibitivo para la mayoría de las familias. A finales de los años 40 los que podían permitirse el lujo de comprar aquella muñeca andarina, fabricada en cartón piedra y que debe su nombre a la duquesa de Alba, casi podían contarse con los dedos de la mano, y a muchas niñas de la época no les quedaba más remedio que conformarse con verla en los escaparates y en las páginas de los periódicos. Y eso que era algo más asequible que Mariquita Pérez y Gisela, sus competidoras. Pero aun así era inalcanzable para el grueso de las niñas de la posguerra. Solo un golpe de suerte o, mejor dicho, una muy buena cosecha de naranjas podía obrar el milagro de tener aquella muñeca como compañera de juegos.

Cayetana marcó la infancia (y los sueños) de las niñas del Castellón de la posguerra y hoy una de esas muñecas creadas en Onil en 1946 puede verse en el Museu del Joguet de Almassora, un recinto ubicado en el edificio del Mercado Central y que reúne más de 1.200 muñecas, circuitos de carreras, proyectores de cines, patinetes, cocinitas, juegos de mesa... desde 1890 a 1980. Unos juguetes únicos que han marcado la infancia de cuatro generaciones.

A los que les apetezca un chute de nostalgia no tienen más que ir al Museu del Joguet. Su horario es los sábados de 11.00 a 13.00 y de 18.00 a 20.00 horas, y domingos de 11.00 a 13.00 horas (entre semana también reciben a colegios y asociaciones). Desde su cambio de ubicación, en septiembre, hasta ahora ha recibido más de 3.300 visitas. Quienes han recorrido sus pasillos han podido recordar (o descubrir) cómo eran los juguetes de antaño: desde unas muñecas hechas a mano en 1890, pasando por un payaso que toca el tambor de los años 30, una Vespa de juguete de los cincuenta o los ya más recientes Cinexín y los Juegos Reunidos.

Y todo gracias al empeño de Joaquín Arenós y Margarita Agut, propietarios durante décadas de una tienda ubicada en la calle Trinitat de Almassora (antes Generalísimo). La ferretería la abrió en 1931 Joaquín Arenós Andrés y después de la guerra civil, y ante la necesidad de diversificar el negocio, empezó a comercializar juguetes. Lo hacía solo en Navidad. «Las familias pagaban aquellos primeros juguetes a plazos. Cuando cobraban venían a la tienda y nos dejaban el dinero», explica Joaquín Arenós, hijo del fundador de aquel primitivo establecimiento y que, junto a su mujer Margarita, cogió las riendas del negocio familiar a mitad de la década de los setenta. Antes había ayudado a su padre y lo había hecho en una época en la que los pedidos se hacían por teléfono y muchas veces había que ir a buscarlos a la fábrica. «Recuerdo viajar con mi coche hasta Alicante y cargar el maletero de juguetes», cuenta. Y aquellos artículos que durante décadas fueron guardando y catalogando la familia Arenós Agut pueden verse hoy en el museo de Almassora. «Cada una de las piezas marcó toda una época y explican cómo era la sociedad de entonces», añaden Joaquín y Margarita.

Los juguetes más antiguos de la colección datan de 1890 y entre ellos destacan unas muñecas de cartón realizadas a mano, sin moldes. «No tenían dedos y las ropas que vestían se confeccionaban con telas de restos de cortina», explica Margarita Agut.

Artículos de hojalata

Aquellas primeras muñecas de cartón fueron evolucionando hasta que medio siglo después nacieron Mariquita Pérez o Cayetana. En los cuarenta eran el regalo preferido de las niñas, mientras que para los niños el sueño era tener un portaaviones o un automóvil de hojalata. Casi todos los de aquella época salieron de la cooperativa Payá de Ibi (Alicante) y quienes jugaron con ellos aseguran que nunca se rompían. «El juguete de hojalata alcanzó su esplendor en la década de los años treinta y cuarenta, y buena prueba de ello son las réplicas de automóviles Ford y Bugatti. El auge del plástico, algunos años después, arrinconó esos objetos de hojalata», argumentan los artífices del Museu de Almassora, que se nutre también de otras aportaciones de carácter privado.

De madera está hecho un payaso que toca el tambor y que data de los años 30, así como un pequeño piano de los años 40. En aquella época triunfaban también otros instrumentos musicales, como flautas en forma de escobas.

Pero la gran revolución llegó de la mano del plástico, que a partir de la década de los 50 permitió aumentar la producción, abaratar los precios y hacerlos accesibles a todas las clases sociales. Y como muestra, la muñeca Barbie, que nació en 1959 y hoy en día sigue siendo uno de los juguetes más vendidos en todo el mundo. En el Museu de Almassora las hay vestidas de princesa, de enfermera, de policía... y hasta protagoniza junto a Kent el portal de Belén de la exposición.

Las muñecas de Famosa...

Hay niñas de Castellón que en los 70 jugaban con la Barbie y otras eran más de Nancy. ¿O acaso no se acuerda de la canción las muñecas de Famosa se dirigen al portal? El Museu atesora una colección de Nancys de la década del 70 ataviadas con trajes de castellonera, así como una veintena de maniquís con traje de soldado. «Era típico que los jóvenes que hacían la mili regalaran a sus novias muñecas vestidas de militar», añade Margarita sobre las costumbres.

Muñecas para ellas y bicicletas, coches y motos teledirigidos para ellos. También circuitos de carreras (en el Museu hay media docena) y figuras de indios y vaqueros. ¿Quién no recuerda haber pasado horas en la habitación jugado con el Fuerte Comanchi?

Y de la Nancy y las motos al Cinexin. En una época, en los años 70, en la que no existía el aluvión de dibujos animados actual en la televisión e ir al cine era un acontecimiento, los críos podían montar su sesión en casa. Solo había que darle a la manivela. Para recordar los juguetes de antaño no hay que darle a ninguna palanca. Solo es necesario ir a Almassora y recordar. O aprender. H