Nos despertamos a las 06.30. Mi mujer tiene que ir a trabajar. Baja a pasear a la perrita y prepara el zumo de naranja. Cuando me levanto ya está a punto de salir de casa. Me he quedado traspuesto. Hago el desayuno de los niños y navego un rato por internet mientras aún duermen.

Veo que la guerra entre el Gobierno Autonómico y el Gobierno Central, a cuenta de la desescalada, es encarnizada. A cara de perro. Desde aquí dicen que estamos en condiciones de pasar todos a la fase 1 y que el club de listos cambió las reglas a mitad de partida. Desde allí dicen que no estamos en condiciones de pasar, ni de broma. Que no hemos hecho los test necesarios. Se prevé tormenta política. Resultará curioso ver si Ximo Puig y la consejera Barceló aguantan la presión del partido y se mantienen en sus trece. También será interesante ver los bandazos que los cuadros socialistas de la provincia y la comunidad van dando, según quién vean que va ganando. La lealtad, en política, es un palabro desconocido.

A las 9.30 nos ponemos con las tareas del hogar. Mientras paso la aspiradora y vacío el lavaplatos, los niños recogen la ropa sucia y hacen las camas. Trabajamos bien en equipo.

A las 10.30 nos ponemos con los deberes del colegio. Mi hijo mayor tiene examen virtual de lengua Española. Todas las preguntas son bastante fáciles, excepto una sobre gentilicios. Imagino que es la pregunta trampa que todo examen on-line necesita. El pequeño se pone enseguida con los problemas matemáticos. En torno a las 11.15 la web Mestre a casa se cae otra vez. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué no arreglan de una puñetera vez este problema?

A las 12.30 bajo a comprar el pan y el periódico. Vivimos malos tiempos para la lírica. Cuando regreso a casa me siento a leer en la terraza. El cuarto poder no defrauda. Las páginas del periódico Mediterráneo vienen cargaditas de polémica. El coronavirus, al que yo añado la mala gestión gubernamental, se ha llevado por delante más de mil empresas en Castellón. Un drama sin parangón.

Por otro lado, leo que Costas bloquea los servicios de temporada en la provincia. Es bien sabido que Costas hace padecer a los empresarios de las diferentes playas castellonenses tanto como puede. No es algo nuevo. Lo ha hecho toda la vida. No entiendo por qué las competencias sobre nuestras playas aún no las ha asumido la Generalidad, y me acuerdo de aquellos que reclaman que las pocas competencias estatales que quedan las asuman de una vez las comunidades autónomas, pero que en este caso aún no han dicho esta boca es mía.

A las 13.30 preparo la comida. Hamburguesas de la carnicería Escriche. Con cebolla caramelizada y beicon. Para los niños con pan, para mí en plato.

Durante la sobremesa vemos un par de capítulos de Muertos a mí. Me gusta esa serie. Tiene su aquel. Me gustan mucho las actrices protagonistas.

No salimos a caminar. Tengo la planta del pie izquierdo quemada. Cosas que pasan. Así que hacemos unas cuantas abdominales y salimos del paso lo mejor que podemos.

A las 20.00 aplaudimos con ganas. A ver si animamos un poco el cotarro.

Y así pasa un día más sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela.

¡Maldito virus!

*Escritor