Nos levantamos cuando el sol asoma por el este. Nuestra habitación está orientada al Grao, así que disfrutamos de unos amaneceres casi únicos. Los niños ya juegan a Minecraft con las gemelas.

Desayunamos café recién hecho, galletas y zumo de naranja. El día empieza con energía.

A las 9.00 salgo a dar una vuelta con mi hijo pequeño. Nos cruzamos con algunos padres y sus hijos, con el furgón de la policía local al que aplaudimos cada tarde y con vecinos que sacan a pasear a sus mascotas. Mi hijo saluda a los policías con verdadero afecto. El que conduce asoma la cabeza por la ventanilla y le pregunta, con una gran sonrisa, si es feliz. La verdad es que sí. Le hacía mucha falta salir de casa.

Al regresar al piso, algo antes de las 10.00, constato con agrado que estas columnas están sirviendo para que muchos vecinos conozcan mi página de Facebook y cliquen me gusta. Entre ellos, Rosa Marco y Víctor Iturralde, quienes además me escriben para decir que se ríen mucho leyéndome y que si echan algo en falta es una referencia a las ruidosas caceroladas antigubernamentales.

Lo cierto es que eso de las caceroladas durante la cuarentena lo iniciaron los pandemitas, cuando provocaron a muchos ciudadanos para protestar contra el rey emérito. Recuerdo que no me gustó un pelo y que le dije a mi mujer que estaban prostituyendo el símbolo de los balcones y que algo así no les saldría gratis. Que lo pagarían caro. Y así ha sido. Los pandemitas organizaron una cacerolada, y el pueblo llano se la ha devuelto multiplicada por diez.

Me escribe Juan Carlos Fabregat por Whatsapp para decir que la alcachofa en el arroz es pura maravilla. Me encanta que compartamos gustos.

Salgo al balcón y veo que la vida ha vuelto al bulevar. Padres, madres, niños, niñas, perritos, perrazos y triciclos.

También me escribe mi amigo Eduardo para reprocharme lo de llamar Espinete al presidente del Gobierno. ¡Pobre Espinete! No se merece tamaña comparación, me dice. Así que decido rectificar. Sánchez e Iglesias se parecen más a Rinconete y Cortadillo, que a los pobres protagonistas de Barrio Sésamo. Lo lamento mucho. No volverá a ocurrir.

Leo que este periódico le otorga la naranjada diaria al concejal de medio ambiente de Castelló, Ignasi Garcia. Y hace bien. Ignasi ha mantenido, como si nada hubiera cambiado, los servicios de limpieza y recogida de basuras pese a que la ciudad está prácticamente cerrada. Así pues, hoy, Castelló está más limpio que nunca. Esto demuestra mi teoría de que el talento no entiende de ideologías. Hay políticos mediocres (muchos) en todos los partidos. Y hay políticos brillantes (aunque pocos) en todos los partidos.

Veo que otro concejal, Vicent Sales, se está convirtiendo en la conciencia social de Facebook con sus ácidos comentarios. Hace bien. No es tiempo de mantener la boca cerrada. Es hora de sacar a relucir las vergüenzas del desgobierno.

Almorzamos alguna que otra tontería y repasamos matemáticas. Mi hijo mayor tiene examen virtual esta semana.

Comemos entrecots de ternera. Los acompañamos con verduritas al horno. En la cuarentena he engordado unos kilitos y quiero bajarlos antes de que podamos ir a la playa.

Pasamos la tarde jugando al Risk. Hacía días que no le metíamos mano al tablero del mundo.

Y así pasa un nuevo día sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor