Adela no estaba acostumbrada a tanta tranquilidad en Benicàssim. Un núcleo urbano habitualmente bullicioso y lleno de turistas, en cualquier época del año, ha enmudecido en estas últimas semanas, tras el confinamiento decretado por el Gobierno a raíz de la crisis sanitaria del coronavirus que ahora ocupa todos los esfuerzos en nuestro país.

Al frente de su quiosco en la calle Bayer de la localidad costera, Adela Ortiz espera que este estado de alarma pase cuanto antes. «Ahora aguantamos el temporal como podemos», dice después de ver como, al igual que numerosos negocios del sector, ha tenido recortar las horas de apertura. «Por la tarde no vale la pena abrir, no hay nadie». Por la mañana, la venta de «periódicos y revistas» es la única que «aguanta el tipo, las únicas que han subido», refleja Adela, cuya frenética actividad de hace pocos días se ha comprimido desde primera hora de la mañana, «cuando completo un par o tres de repartos de periódicos que todavía se mantienen» hasta la una de la tarde, cuando cierra el quiosco hasta el día siguiente.

A esta benicense no se le pasa por la cabeza dejar de cumplir su misión de ofrecer un producto de primera necesidad, como es la prensa escrita, a sus clientes, a pesar de que hay cierta confusión. «Algunas personas han venido quejándose de que unos agentes les han recriminado que vinieran a comprar la prensa, cuando están en todo su derecho y así lo marca la ley», insiste Adela.

Como la práctica totalidad de los trabajadores del sector, Adela también ha extremado las medidas de protección ante la amenaza del covid-19. «Hay que mantener la actividad, pero con seguridad. Durante toda la mañana no me desprendo de los guantes y del líquido desinfectante», que pasa cada pocos minutos por el mostrador y las estanterías. Otra cosa es la mascarilla. «No me acostumbro a llevarla y al final he optado por no ponérmela», dice, aunque siempre respetando la distancia de seguridad con el cliente.

SITUACIÓN PRIVILEGIADA

Dentro de la mala situación actual para los autónomos, Adela Ortiz se siente privilegiada. Primero porque es propietaria del local que regenta, lo que le evita tener que hacer frente a una cantidad fija al mes. Después porque su negocio está en una zona bastante transitada, «con una panadería y una carnicería al lado... así que siempre hay gente alrededor». Lo que ya no se ve por las calles de Benicàssim son turistas. Los clientes de otras nacionalidades «se han marchado a sus países, así que he tenido que eliminar la venta de prensa internacional». Mediterráneo, sin embargo, nunca falta en la oferta de su mostrador.