Jamal, el nombre que el mismo ha elegido para contar su historia, intenta adaptarse como puede a su nueva vida. Este joven marroquí a punto de cumplir 18 años, hubiera preferido vivir en Barcelona, pero ahora está en Castellón. Tampoco le importa. Todo menos volver a su país. De allí salió en patera, en un penoso viaje de 12 horas, tras pagar una fortuna. Su primera parada fue Andalucía y, de allí a Castellón. «Casi todos los que llegan lo hacen con la lección muy bien aprendida: quieren ponerse a trabajar de inmediato. Se embarcan en la aventura migratoria emborrachados por las fotografías que algunos de sus paisanos suben a las redes sociales, y en las que aparecen imágenes de lo bien que se vive en España, unas instantáneas que nunca han podido tocar fuera de sus imaginaciones y de la televisión», apuntan desde varias asociaciones que trabajan con menores no acompañados, los conocidos como menas.

Jamal llegó a Castellón el año pasado y como él lo hicieron otros 92 menores, la mayoría chavales de entre 14 y 17 años procedentes del norte de África, sobre todo de Marruecos y Argelia. Esos 93 adolescentes (la media de llegadas es de 8 al mes) suponen casi el triple de los que arribaron durante todo el año anterior (38), según datos de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. Y en el conjunto de la Comunitat Valenciana la tendencia es exactamente la misma: 954 entradas en el 2018 frente a las 360 del ejercicio precedente.

Rodrigo Hernández, director de Save the Children en la Comunitat Valenciana, una de las asociaciones que mejor conoce quiénes son y cuál es la situación de los menores inmigrantes no acompañados que en los últimos años han llegado a Castellón, defiende que las cifras de entradas, que se han multiplicado, no tienen que generar alarma. «Estamos hablando de niños y niñas que han salido de su casa huye-ndo de la guerra, de la violencia, en algunos casos en el ámbito familiar, y de la pobreza. No tenemos que olvidar que solo son niños», apunta al tiempo que denuncia que en España falta coordinación y existen 17 sistemas diferentes de protección de menores.

Pero, ¿cómo llegan estos adolescentes hasta Castelón? ¿Quién decide a qué centro tienen que acudir y en qué provincia? Muchos de ellos llegan primero a la costa andaluza tras una travesía en patera. Otros lo hacen en lo que se conoce como risky, una modalidad que consiste en introducirse sin ser visto en los bajos de un camión que va a cruzar en ferry el Estrecho. «Casi todos los que están en centros de Castellón han llegado hasta la provincia tras un sistema de reparto de esos menores entre las comunidades autónomas», describe Hernández, que echa un sistema de reparto mucho más igualitario. «Lo que no puede ser es que en comunidades como la Rioja haya un niño y en Extremadura, por ejemplo, solo se contabilicen 8», añade.

EN CENTROS DE MENORES

Una vez en Castellón, estos chavales son acogidos mayoritariamente en centros de menores. «El trato que reciben es el mismo que se da a cualquier persona menor de edad que entra a formar parte del sistema de protección de la Generalitat», apuntan desde la Conselleria de Igualdad. «Primero son remitidos a un centro de recepción, donde se les hace una primera valoración, y de ahí son remitidos al recurso de acogimiento más adecuado a sus circunstancias», añaden las mismas fuentes que subrayan que todos los centros de recepción (en la provincia hay uno) cuentan con la figura del mediador intercultural, con la que se pretende atender a las necesidades concretas que puedan tener estos chavales, como es el desconocimiento del idioma o de la cultura.

Desde el centro de recepción, estos menores son remitidos a un centro de menores o a una familia de acogida (esta opción es minoritaria), donde comparten estancia con aquellos chicos o chicas que han tenido que abandonar su hogar familiar por encontrarse en una situación de riesgo y vulnerabilidad. «Los que tienen mayor desconocimiento del idioma o de la cultura son derivados, de manera transitoria, a recursos de proyecto migratorio, hasta que tengan unos conocimientos que favorezca su inclusión», cuentan desde el departamento que dirige Mónica Oltra.

Casi todos están en centros de acogida (en Castellón hay 12 con 208 plazas) y desde Save the Children creen que habría que potenciar el acogimiento familiar en detrimento de un modelo de grandes centros. «Sin niños, están solos, huyen de problemas económicos, y necesitan una familia», dice Hernández.

FUERA DEL SISTEMA A LOS 18 AÑOS

El problema llega cuando estos adolescentes cumplen 18 años. Jamal lo haré en apenas tres meses con lo que, automáticamente, quedará fuera del sistema. Desde ese día, tiene un año para encontrar un trabajo fijo y a jornada completa. En caso contrario, será expulsado del país. «Primero les protegemos y, después, les damos la espalda. Así es la ley», denuncian desde varias asociaciones que trabajan con estos menores. «¿De qué sirven todos los esfuerzos orientados a la inclusión del menor de edad si la protección cesa el mismo día de su decimoctavo cumpleaños? «, se pregunta el director de Save the Children en la Comunitat Valenciana, que opina que lo ideal es que el periodo para demostrar que se ha encontrado un empleo sea de cinco años.

Como Jamal, al menos otra docena de adolescentes que ahora están en centros de acogida de la provincia cumplirán los 18 en apenas unos meses. Y todos temen por su futuro. «Lo difícil va a empezar ahora. Tengo unos conocidos en Castellón y ya les he pedido ayuda para encontrar trabajo, pero sé que la tarea va a ser muy difícil. No sé que va a ser de todos nosotros y tenemos miedo», pronostica Jamal.