De Sant Vicent Ferrer dicen que fue el ángel del Apocalipsis. En vida su popularidad fue exorbitante y su santidad posterior se vio aumentada por la leyenda. Orador arrollador, este predicador nacido en València en 1350 y que en Castelló ejerció como mediador de disputas con Onda y Almassora, fue también un hábil político, un hombre de paz. Viajaba a lomos de un burro y, pese a que se hizo con reyes y papas, jamás buscó cargos y poder. Así era Sant Vicent y así se muestra en la veintena de obras que hasta el próximo julio pueden verse en la iglesia de Castelló que lleva su nombre. La exposición forma parte de la Llum de la Memòria, que después de recorrer el interior de la provincia y ser visitada por 90.000 personas, acaba de aterrizar en la capital. Y lo ha hecho en dos edificios de primer nivel: la iglesia de Sant Vicent Ferrer, en la calle Sant Domènec, y la antigua iglesia de San Miguel, hoy sala de exposiciones San Miguel de la Fundación Caja Castellón, en la calle Enmedio.

La Llum de la Memòria ya está en Castelló y durante tres meses mostrará algunas de las mejores piezas del arte sacro de la comarca de la Plana. Un total de 52 obras únicas (32 en la antigua iglesia de San Miguel y 20 en San Vicent Ferrer) entre pinturas, esculturas, piezas de orfebrería, tejidos, relicarios... que ahora saltan a la vista pública. «Se trata de unas obras de gran calidad y la mayoría tienen la característica común de haber sido intervenidas y recuperadas por el Servicio de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Diputación, que ha cumplido ya 50 años», describe Joan Damià Bautista, historiador del arte y comisario de la Llum de la Memòria, quien añade que, además, se ha hecho especial hincapié en la comarca donde se realiza la muestra, en este caso en la Plana.

Las joyas de las corona

Entre las piezas que han pasado por las manos de los restauradores de la Diputación provincial y que ahora se muestran al público en la sede de la antigua iglesia de San Miguel destaca el retablo de la iglesia de la Sangre de Vilafamés, de finales del siglo XVI o principios del XVII, y cuyo autor es Josep Sebastià, uno de los mejores escultores del barroco de Castellón. También la custodia de la iglesia de Vallibona, de principios del XVI, o la aureola de plata de la iglesia arciprestal de Vila-real, procedente del desaparecido convento de las Dominicas.

El retablo de la iglesia de Vilafamés o la custodia de Vallibona son una de las joyas de la corona, pero hay algunas más. Las otras, también en San Miguel, son dos óleos de Vicent Gosalbo, considerado el mejor pintor barroco de las comarcas castellonenses. Una de las pinturas, que data de la segunda mitad del XVII, muestra a la Mare de Déu de Lledó. La otra, a la Virgen de la Correa.

Además de estas piezas, la Llum de la Memòria incorpora el relicario de Santa Quiteria, del siglo XV, y que procede de la iglesia de la Natividad de Almassora; un terno de finales del XVII procedente de la arciprestal de Vila-real o un juego de cáliz, bandeja y vinajeras, también de Vila-real.

Y de la antigua iglesia de San Miguel a la de Sant Vicent Ferrer, un templo construido en la primera mitad del siglo XVII. En colaboración con el obispado de Segorbe-Castellón, y con motivo del Año Santo Jubilar dedicado al predicador valenciano, la exposición muestra 12 pinturas, cinco esculturas, dos piezas de orfebrería y una de textil. «De entre todas las obras destacan las dos tablas que representan escenas de su vida, de escuela flamenca del siglo XV, procedentes de un convento dominico de Besaya, en Cantabria», describe Damià. También dos óleos que muestras escenas de la vida del santo y que son obra del pintor Francisco Ribalta o un retablo Vicent Macip. Piezas únicas que harán que el visitante conozca un pedazo más de la historia de la provincia.