Nos ponemos en pie con la salida del sol. Los niños juegan un rato con sus tabletas y nosotros preparamos el desayuno. Leche de crecimiento, leche semidesnatada, cacao en polvo para uno, Nescafé para otro, galletas, zumo y bollería. Un poco de todo.

A las 9.00 bajo a mi perrita, compro el pan y el periódico. En el quiosco me encuentro con mi primo Vicente. Tanto él como Santi, el quiosquero, celebran mi columna diaria. Nos reímos un rato y, al poco, cada cual sigue su camino.

Me llegan varios mensajes por redes sociales celebrando la idea de una Revolución Francesa a la española. La clase política nacional necesita llevarse un buen revolcón. Una cornada digna de un Vitorino, con dos trayectorias y muy mala leche. Los políticos viven en una burbuja, y la sociedad civil debe hacerles regresar a la cruda realidad.

Me wasapea Begoña Carrasco para decirme que me lee a diario. También Vicente Faubel y Juan Antonio Calvo, y lo hicieron hace unos días Ibán Molina, Juan Carlos Fabregat, Beatriz Roy o Andrés Martínez, entre otros. La verdad es que este diario se lee mucho y eso me llena de orgullo y satisfacción. ¡Toma ya!

Leo en el periódico que Ximo Puig ha pedido perdón a los sanitarios por su mala gestión en la crisis del covid-19. Bien. Esa muestra de humildad le honra. Le aporta credibilidad. También leo que Mónica Oltra, a pesar de los brotes mortales en las residencias de ancianos que dependen de ella, evita la autocrítica. Esto no hace sino confirmar que, pese a lo mucho que yo he criticado la gestión de Puig, al menos él mantiene los pies en el suelo. Sabe que no es un dios, ni un superhéroe. Es consciente de que es un servidor público, nada más, y que esto de ostentar el poder es finito. Un día se acabará y tendrá que volver a la vida civil y, por qué no, rendir cuentas. Ella sin embargo…

También leo que Fernando Navarro, de Podemos en Castelló, valora la idea de donar la mitad de su sueldo de abril para luchar contra la pandemia. Bien. Fernando es una de las mentes más preclaras de la izquierda local.

Nos ponemos con los deberes de los niños. Hoy toca Castellano, Valenciano, Ciencias Sociales y Matemáticas. La web Mestre a casa, funciona. Eso está bien.

Para almorzar cortamos unos tacos de fuet y queso. Partimos rosquilletas y abrimos una terrina de guacamole. Al menos el Gobierno no nos ha podido quitar los placeres más sencillos, de momento.

Hacemos las camas, pasamos la aspiradora, ponemos una lavadora y vaciamos el lavaplatos. La rutina nos mantiene activos. Bajo a Mercadona y compro un montón de productos de limpieza. Parece que vaya a fregar el estadio Castalia o el Pabellón Ciutat de Castelló. ¡Madre del amor hermoso!

Para comer preparamos una gran ensalada, lubina y barritas de merluza. A los niños les gusta más el pescado congelado que el fresco. Menos mal que eso se cura con la edad.

Por la tarde volvemos a entrar en HBO. No me interesa demasiado la segunda temporada de Westworld, así que busco y rebusco otra serie para acabar, como si del hecho inevitable de reiniciar Matrix se tratara, seleccionando la segunda temporada de Westworld.

A las 20.00 salimos al balcón. Aplaudimos y saludamos al coche patrulla que circula con las sirenas a todo trapo.

Y así pasa un nuevo día sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor