Si entre las nueve y media, y las once de la mañana, entra en un bar de Castellón, Vila-real, Burriana u Onda y hay poca gente, salga corriendo. Desde luego allí sucede algo paranormal. Porque esa es, precisamente, la hora clave para muchos de los bares y restaurantes de la provincia. Y en fin de semana, todavía más. Es la hora del almuerzo. En Castellón le llamanos almorçar, en los pueblos del Baix Maestrat asmorçà. Para otros es el esmorzaret y según el diccionario de la Academia Valenciana de la Lengua lo correcto es esmorzar. Se llame y se escriba de una manera o de otra, lo cierto es que se trata de un momento gastronómico repleto de tradición, cultura y singularidad, un hecho diferenciador que cuenta con una legión de fans y que, pese a la globalización y a las nuevas costumbres, se mantiene vivo generación tras generación. Y lo más importante, muchos locales quieren seguir potenciándolo.

La Confederación empresarial de Hostelería y Turismo de la Comunidad Valenciana (Conhostur) y la patronal castellonense Ashotur acabam de poner en marcha las jornadas BBC (Bocadillo, Almuerzo y Carajillo). Hasta finales de mayo, 35 locales de 14 municipios de la provincia ofrecen almuerzos por cinco euros. “De lo que se trata es de potenciar una de las comidas más tradicionales de nuestra tierra y también supone una innovadora oportunidad para descubrir la creatividad de nuestros bares, cafeterías y restaurantes a través de un buen bocadillo, y un típico cremaet de Castelló”, apunta Carlos Gomis, gerente de la patronal.

Iniciativa a parte, la tradición del esmorzar está más viva que nunca. Lo está en Castellón, pero también en Onda (los almuerzos de las peñas se han convertido en todo un acontecimiento en cada Fira d’Onda), Burriana, Almassora o Vila-real, donde esta comida cobra cada vez más protagonismo en las fiestas de Sant Pascual y la Mare de Déu de Gràcia.

Pero, ¿cómo es el esmorzar típico de Castellón? ¿Qué debe contener esta comida para escuchar aquello de che, quin almorçar? El grupo de rock marjalero The Soca resume en su canción Almorçar todo lo que no puede faltar: Callos, sepia, caragols, pebreretes del padrón, alliolí a mogollón i conillet al all. Olivetes trencades, un plat d’anguila i per a rematar un carajillo de conyac. Menudo manjar.

UN FILÓN PARA LOS BARES // El esmorzar es un manjar para quienes lo practican y un filón para buena parte de los 6.000 locales de restauración con los que cuenta la provincia. Y el Perrico, en el camino Serradal de Castellón, sabe mucho de almuerzos. Tanto que lleva 44 años sirviendo caracoles, callos y bacalao con pimiento. “La tradición del esmorzar sigue viva y para un local como el nuestro es uno de los momentos más importantes del día”, reconoce uno de sus responsables, Vicente Marco. Autónomos, funcionarios, jubilados, agricultores... pasan cada mañana por este local para cumplir con la costumbre.

Quien también le debe mucho a esta comida tan típica de Castellón es el bar Cazadores, en el grupo Benadresa de la capital. Hay sábados que doblan turnos. “Lo típico de aquí son las manitas de cerdo, el rabo de toro o el tombet de ternera. Y por supuesto el carajillo de ron”, describe Bea Mateo, una de las responsables.

Los hay que sucumben ante un buen plato de callos, pero también están los que prefieren los bocadillos. “Donde se ponga una buena torraeta de anchoas con pan de Els Ibarsos que se quite todo lo demás”, coinciden Amadeo Rodrigo y Javier Vela, dos albañiles de Castellón que cada mañana cumplen con la tradición.

En el bar Els LLüisos de Vila-real tienen hasta 80 bocadillos diferentes. “Por aquí pasa mucha gente, desde empleados de banca a jubilados o personas que están de paso. Nuestro fuerte son los bocadillos y quizás el más popular es el Manolito, que lleva pechuga de pollo a la plancha, queso, beicon y tomate”, dice su propietario, Juan Clausell.

Templos del esmorzar hay muchos. Para algunos, en la capital, el paraíso está en el Mesón Navarro, la Almazorina, la Tasca de Ernesto, Eliazar, Casa Chiva o el Caribe. En el Grao está, como no, el Perrico, el 1001, Las Planas o Terra, En Vila-real la Ermita o el Miso. En Morella, el Bar Prats,. En el Toro, el bar Suizo. En Azuébar, el restaurante Espadán... la lista resulta interminable. Y quien más saben de eso son cazadores, ciclistas y moteros. ¿Qué sería de una mañana de caza sin una parada en el bar del pueblo para reponer fuerzas a media mañana?

Para quienes mantienen viva la costumbre de entrar al bar, tan importante es la comida como la compañía. Nada es comparable a almorzar con los amigos, con los que uno se ríe, comparte chistes, dicute de política, de fútbol... y hasta de lo humano y lo divino. ¡Larga vida al esmorzar!