El invierno demográfico amenaza el interior castellonense, que afronta el fantasma de la despoblación como un peligro real. Sin ir más lejos, en el 2018 hubo 41 municipios de la provincia en los que no se produjo ningún nacimiento. Es más, en 85 poblaciones no se superó la cifra de cinco nacimientos, lo que supone seis de cada diez localidades.

En cambio, solo nueve de ellas no registraron ningún fallecimiento y las que no superaron los cinco ascendieron a 56.

Y la situación se ha agravado este año, ya que en el primer semestre, la natalidad se ha desplomado al nivel de hace 25 años, con una bajada del 6,2%, como ayer publicó Mediterráneo.

El profesor del departamento de Geografía e Historia de la Universitat Jaume I Javier Soriano afirma que uno de los motivos es que están llegando a la fase de maternidad las generaciones que coincidieron con los años de la bajada de natalidad. Por ello vaticina que la situación irá a peor a corto plazo, porque entre 1990 y 2000 fue la década de mayor recorte. «Por desgracia, nuestro país adolece de una política demográfica de apoyo a la natalidad, solo parches, y no una línea decidida», dice, añadiendo que la situación social, política y económica no ayuda porque sigue habiendo problemas para consolidar empleos, conciliar vida familiar y laboral, al margen de la crisis e inestabilidad económicas que pueden afectar coyunturalmente. Por ello, augura que «Castellón necesitará más inmigración». No obstante, señala que «muchos países vecinos han pasado por situaciones similares».