La vuelta a la normalidad plantea muchos retos para los integrantes del colectivo más vulnerable en la pandemia, la tercera edad. El miedo a contagiarse después de una primavera difícil en la que el mayor número de fallecidos por el coronavirus han sido los mayores de 65 años. ¿Cómo enfocar la actividad para que se parezca a la de los días anteriores al inicio del covid-19? ¿Cómo han de ser sus relaciones con los niños, fundamentalmente sus nietos, y también con sus hijos? ¿Qué efectos emocionales permanecen en los más mayores tras tres duros meses de confinamiento?

Y es que, durante el encierro, más allá de las pautas marcadas por la OMS, muchos de los mayores han acentuado sus cuadros de depresión y ansiedad, motivado especialmente porque han dejado de ser útiles, han perdido su actividad habitual y han sufrido una bajada de la autoestima. Cara a su nueva normalidad los expertos recomiendan que no desarrollen amenazas imaginarias porque les hacen aún más vulnerables ya de por sí en riesgo de exclusión emocional.

El miedo por exceso genera estrés y ansiedad, rebajando las defensas de su sistema inmunológico. Por el contrario, pensar que todo está solucionado conduce a saltarse las medidas de seguridad, como algunos padres durante su primer día de salida con menores. Se ha de insistir en sustituir el distanciamiento físico por acercamiento emocional, aunando creatividad y nuevas tecnologías, en una combinación para que los abuelos continúen con el ritmo vital que tenían antes del desarrollo del coronavirus.

DOLOR Y LUTO // Muchos de ellos han perdido a conocidos, seres queridos, sin siquiera poder despedirse, y ello les ha causado un trauma excepcional en sus vidas. En estos duelos a distancia, pequeños rituales como realizar un altar con fotografías son una manera reparadora de empezar a decir adiós en casa. Los mayores deben mantenerse en forma también en la nueva normalidad. Caminar es un ejercicio ideal y necesario para las personas de más edad. También cultivar y fomentar las relaciones sociales y escapar de la soledad, una de las lacras de mayor peso en el desarrollo consciente de los ancianos, como problema a evitar y hacer factible la familia.