Arcadio Badenes (l’Alcora, 1952), inspector jefe de la Policía Nacional y jefe de la Brigada de Seguridad Ciudadana, recibe hoy la única cruz al mérito policial con distintivo rojo que la Policía Nacional otorgará durante la celebración del día grande del cuerpo, el de su patrón, los Santos Ángeles Custodios. La condecoración reconoce la trayectoria de Badenes, quien cumple 43 años en la Policía Nacional, con su jubilación ya en el horizonte.

--El pasado viernes fue usted propuesto por la Policía Local de Castellón para recibir la cruz al mérito policial de la Comunitat y hoy recibe un nuevo galardón. ¿Cómo se siente al respecto?

-Muy honrado y agradecido. Son condecoraciones compartidas porque se obtienen gracias al trabajo en equipo. Creo que, durante mis años en el cuerpo, he ayudado a las personas que me han necesitado y he intentado acercar la imagen de la Policía Nacional a la gente porque el ciudadano es lo más importante.

--Lleva desde el año 1982 destinado en la provincia, una tierra que conoce muy bien. ¿De qué unidades ha formado parte durante su carrera y de qué operativos destacados ha formado parte durante ese tiempo?

-Antes de venir a Castellón estuve trabajando como policía secreta y, más tarde, ejercí en la antigua comisaría de Burriana. He formado parte de las unidades de Estupefacientes, Extranjería, Información, la Brigada Operativa Multifuncional y, desde el 2008, soy el jefe de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana, la más grande, con 182 agentes. Si tuviera que destacar algunos operativos serían las incautaciones de hachís que hicimos entre 1986 y 1988 en Castellón. Cogimos 420 kilos un año y en los dos siguientes otros 500 y 860, respectivamente.

-- ¿De qué se encarga la Brigada de Seguridad Ciudadana?

- Esta unidad abarca muchas funciones: atendemos la sala del 091, vigilamos las calles con los vehículos de radio-patrulla y llevamos a cabo multitud de servicios humanitarios, ayudando a gente mayor que vive sola y sufre percances en casa o a personas desaparecidas, entre otras cosas.

-- ¿Qué le ha marcado durante estos 43 años en el cuerpo?

-Me afectó mucho la muerte de un buen amigo, que estaba destinado en Santander. Estuve con él en las Olimpiadas de Barcelona 92 y, al día siguiente, ETA entró en su casa y lo asesinó.

--¿De qué servicios de siente particularmente orgulloso cuando echa la vista atrás?

-Recuerdo la detención de un chico de 18 años, al que arrestamos por vender hachís. Pasó la noche en el calabozo y yo le pegué un buen sermón. Le dije que era muy joven, que tenía toda la vida por delante y que iba por mal camino. Al día siguiente, lo llevamos ante el juez y, cuando quedó en libertad, vino a comisaría para darme las gracias por esa conversación.

--Destaque un momento curioso que le haya tocado vivir.

-Una vez detuvimos aquí a un fugitivo del estado de Florida y fue trasladado a EEUU. Me llamó la policía norteamericana y me dijo que si podía ir a declarar al juicio, que Florida corría con todos los gastos. Estuve 22 días allí porque el juicio se retrasó y, como al final ya me aburría, me puse a trabajar con el grupo de homicidios. H