Es muy tentador y también enormemente cómodo, ¡para qué vamos a engañarnos! Un agujero en el que uno echa casi cualquier cosa, le da a un botón y en cuestión de segundos... desaparece. Así de sencillo, así de fácil. Unos cuantos litros de agua, y esa toallita higiénica, ese trozo de algodón, ese cigarrillo o ese salvaslip se van por el inodoro para no volver nunca más. Es, en realidad, el símbolo perfecto del problema que tiene el mundo occidental con los residuos no reciclables: los consumidores solo saben que la basura desaparece fácil y rápida de sus casas y, mientras no suponga un problema cercano, no les preocupa mucho más.

Pero el problema es grave. En Valencia, el Ayuntamiento ha tenido que gastar más de dos millones de euros en extraer 600 toneladas de toallitas higiénicas del colector norte, mientras que en San Sebastián una enorme bola cuyo volumen equivalía a seis automóviles taponó durante varios días la red municipal de saneamiento. Son solo dos ejemplos recientes, aunque hay muchísimos más. Porque el monstruo de las cloacas, como se conoce a las toallitas húmedas, es un fenómeno global que también está presente en Castellón. Y cada día más.

ATASCOS EN EL ALCANTARILLADO

Solo en la estación depuradora de aguas residuales de la capital se retiran a diario 1,5 toneladas de residuos sólidos urbanos, mayoritariamente toallitas higiénicas. «Independiente del coste que supone la gestión de este tipo de basura doméstica, los problemas más importantes se producen en el alcantarillado y las estaciones de bombeo, ya que estos productos producen obstrucciones y averías que dificultan su adecuado funcionamiento», argumenta Ernesto Santateresa, jefe del departamento de Vertidos del Área de Saneamiento y Depuración de Facsa, que estima que la basura que se recoge en los tamices de las depuradoras oscila entre los 2 y los 5 kilos por persona y año.

UN FENÓMENO RECIENTE

El uso masivo de las toallitas es algo relativamente nuevo. Este producto de higiene personal entró en los hogares a finales de los noventa pero en los últimos años se ha extendido tanto que en el supermercado ya las hay de todos los precios y de todas las variedades. Su precio oscila entre 1 y cuatro euros el paquete. Algunas tienen camomila, aloe vera y vitamina E. Las hay infantiles, desinfectantes, sin alcohol ni parabenos, con PH neutro... Y lo llamativo es que en la mayoría de los envases explica que se pueden desechar por el inodoro y que son biodegradables.

La generalización de este producto ha ido paralela al aumento de los atascos en edificios, redes y plantas de depuración. Cada poco tiempo aparece uno de los monstruos de las alcantarilla, formado por las toallitas que se tiran al váter sin tener en cuenta qué pasa luego. «Debido a su nula desintegrabilidad, ya que no están fabricadas con celulosa natural o no modificada como sucede con el papel higiénico, al pasar a la red se enredan entre ellas y en primera instancia causan emboces en los propios desagües domésticos», apunta Santateresa.

Las empresas que en Castellón se dedican a desatascar tuberías en domicilios particulares y comunidades de vecinos también saben de los estragos que causan las toallitas húmedas, cuyas consecuencias suelen ser inundaciones en garajes y pisos bajos. «Este producto es uno de los principales responsables de los emboces que se producen en los desagües domésticos», explica Antonio García, copropietario de Cubacas Desatascos, que insiste en que poco a poco los vecinos van siendo conscientes de los estragos que causan las toallitas.

Limpiar una tubería doméstica o de una comunidad de propietarios llena de bolas de toallitas cuesta una media de 200 euros, aunque todo depende de la magnitud del embozo y del tiempo que tarden los operarios en arreglar la avería. Muchas compañías de seguros ya cubren este tipo de averías y en las pólizas cubren hasta dos desatascos al año. «Es un problema al que nos enfrentamos día sí y día también y que, sin duda, ha ido a más en los últimos años», coinciden en varias empresas de la provincia.

De las tuberías del edificio, las toallitas pasan a la red de alcantarillado y ahí este tipo de desperdicios se juntan con otros residuos sólidos y grasas que también están presentes en estos canales, lo que obstruye tanto los colectores como las bombas de agua de la propia red. «Entre otras problemáticas, estos residuos taponan los tamices de entrada en la depuradora, impidiendo el correcto flujo de los caudales», resume el jefe del departamento de Saneamiento y Depuración de Facsa.

UN COSTE DE 200 MILLONES AL AÑO

El problema mayúsculo llega cuando se producen episodios de fuertes lluvias. La fuerza del agua arrastra las toallitas que se han quedado atascadas en el propio alcantarillado, con lo que estas llegan incluso a alcanzar la vía pública y el medio receptor, desde ríos a barrancos, acequias o el propio mar. En resumen, pueden causar daños tanto en cualquier punto del sistema de alcantarillado como en el medio ambiente.

Desatascar la red pública de saneamiento no es barato y se estima que supone un gasto de 200 millones de euros en España y más de 1.000 millones en toda Europa, un coste que asumen los ayuntamientos. «En el caso de las bombas, cuando sufren averías, hay que utilizar grúas para sacarlas a la vía pública y, una vez fuera, extraer todas las toallitas enganchadas para luego ya proceder a la reparación de los elementos afectados», describe Santateresa que hace hincapié en el coste medio ambiental que supone tener los cauces de agua tapizados con los restos de las toallitas, unos residuos que también generan contaminación.

¿Y cuál es la solución? Hay algunos ayuntamientos que prohiben tirar estos productos al inodoro bajo amenaza de multa. Es una opción. Los expertos, en cambio, apuntan a que la clave está en la concienciación. Una toallita es un sólido no disgregable y tiene que ir a la basura.