A las diez de la mañana de un día normal de entre semana las principales arterias del centro urbano de la Vall d’Uixó no difieren en demasía de una jornada laboral cualquiera de hace cuatro meses, cuando la ciudad estaba lejos del confinamiento provocado por un virus que se ha cobrado 211 vidas y miles de infectados en la provincia.

Estamos en la fase 1 de la desescalada y la presencia de peatones en las calles más céntrica es fluida, mientras los vehículos circulan despacio, al ralentí, y avanzan uno a uno para someterse al control policial y a la pregunta mil veces formulada por los agentes durante el estado de alarma: «Buenos días. ¿Nos puede decir usted el motivo de su desplazamiento?». Las justificaciones son de lo más variopinto. «A la peluquería..., a llevar a mi madre al médico..., a Mercadona..., a Moncofa a ver cómo tengo el apartamento..., al ginecólogo..., farmacia..., ferretería..., a dar de comer a los perros que los tengo en un solar...». Todos tienen un quehacer y todos, eso sí, van pertrechados con su correspondiente mascarilla. Solo los motoristas parecen reacios a ponérsela y un par de ellos son advertidos.

Unas situaciones que, aunque son comunes en todos los muni- cipios de la provincia, Mediterráneo las ha vivido desde dentro con Javier Belenguer (oficial número 90) y Javier Campos (agente número 82) de la Policía Local de la Vall d’Uixó, veteranos con más de 30 años en el cuerpo municipal, a los que, como a todos, la pandemia les ha pillado por sorpresa y han tenido que ir adaptándose alas nuevas circunstancias.

Advertir y concienciar

Su misión prioritaria es advertir y, sobre todo, concienciar. «Que la presencia de los agentes en las calles sea motivo más que suficiente para que nadie baje la guardia, que sepan que en cualquier momento te pueden parar y sancionar. Que se note que estamos en estado de alarma», sentencia convencido Belenguer.

Pero es evidente que hay quien se relaja más de lo permitido y la advertencia se traduce en sanción. La policía de la Vall d’Uixó ha impuesto 94 denuncias durante toda la fase 0 de la desescalada.

En total, desde que se decretó la declaración de estado de alarma en todo el territorio nacional el pasado 14 de marzo se han tramitado 244. En su mayoría las multas son a grupos de personas que no conviven, personas que se reúnen en domicilios de amigos o familiares y por incumplimiento de los horarios establecidos.

A diario, la Policía Local instala puntos fijos de control, en especial en zonas de paseo y práctica deportiva, además de en puntos claves de comunicación.

Los de mayor riesgo

Resulta paradójico que los que más salen son los mayores, las personas de mayor riesgo. «Son las más reacias a cumplir el estado de alarma, quizá por la edad, que puede hacer que no perciban el peligro», afirma Belenguer.

La jornada de trabajo empieza a primera hora de la mañana con los controles en los accesos del municipio, pero es por la tarde, a partir de las ocho, cuando el trabajo se multiplica. Es la hora en que se produce una salida masiva de vecinos para caminar o hacer deporte. De manera individual, en parejas o en grupos, entre las ocho y las diez de la noche es cuando más aglomeraciones se suceden y, por ende, el periodo más peligroso para la propagación del virus. «Es el momento cumbre del día y tenemos que emplearnos a fondo». «En esas dos horas se incumplen más las restricciones establecidas», in-

dica Campos, que también es el responsable del dron de la policía: «Lo utilizamos en los primeros días del confinamiento, cuando no se podía salir para nada».

Durante el día van combinando las tareas asociadas al covid-19 con las propias de un agente municipal en tiempos de normalidad. En una ciudad de 32.000 habitantes siempre hay emergencias y tareas que atender. Que si una alerta por un incendio en un contenedor, un pequeño accidente entre dos vehículos, la denuncia de un ciclista por un perro suelto que le persigue por un camino rural, comprobar el empadronamiento de un menor por un conflicto entre los padres, un enjambre de abejas en la cubier-

ta del Palau de Vivel... Pero nada comparable con los meses previos a la pandemia. «El nivel de delincuencia o los accidentes de tráfico han bajado de manera considerable. Sin embargo, al pasar más tiempo en casa, hemos observado un repunte en denuncias por violencia de género y también en las quejas y conflictos vecinales por molestias asociadas en su mayoría a ruidos», dice el agente Belenguer.

Reordenar los turnos

La irrupción de este coronavirus ha obligado a reordenar el trabajo de la policía municipal. Son siete agentes por turno de 12 horas. Tres parejas por la calle, que cuentan con la colaboración de la Guardia Civil, y uno en la central atendiendo las llamadas.

En su puesto de recepción de avisos y 112 del retén de la Policía Local está al mando Fernando López (oficial número 73). Recibe una media de 80 consultas, quejas o denuncias vecinales al día, el 90% de ellas relacionadas con la actual crisis sanitaria. «Un porcentaje que denota el interés de los ciudadanos por cumplir con las normas que se van aplicando en cada fase».

Y es que mucha gente quizá no acaba de comprender todo lo que se explica en los diferentes canales de información sobre la pandemia. «Tienen muchas preguntas sobre lo que se puede y no se puede hacer y llaman para que se las aclaremos», concluye el oficial López.

A la fase 1

Con el pase de la fase 0 a la 1 esta misma semana, se dan mayores márgenes de libertad en la desescalada del estado de alarma. Ello implica más labor de prevención y concienciación.

Más controles y vigilancia. Aprenderse todo lo relacionado con la nueva etapa para informar y despejar dudas al ciudadano. En definitiva, más trabajo para unos agentes que velan sin descanso por la seguridad de sus conciudadanos a la espera de que todo vuelva a la normalidad. Aunque todos son conscientes de que, tras el covid-19, ya nada será como antes.