Sábado 23 de febrero. Siete de la tarde. Más de 1.500 personas están sentadas en las gradas del estadio Castalia de Castelló. Entre el público, familias enteras, niños con camisetas de fútbol, gente que compartía bolsas de patatas y pipas. En el césped dos equipos: el Joventut de Almassora y el Villarreal CF. Dos equipos de fútbol femenino y un partido en el que solo faltaron los goles. Porque para Sara, Aixa, María o Jessi, algunas de las jugadoras que aquella tarde protagonizaron el derbi histórico, aquel partido fue mucho más que un encuentro entre dos equipos rivales. Fue la gran fiesta provincial del fútbol femenino. Y ya era hora.

El deporte femenino se hace grande en Castellón. Y no solo gracias al fútbol. Baloncesto, balonmano, voleibol... también viven un momento dulce. Cada vez son más las mujeres que en la provincia se van incorporando al deporte federado, ensanchando las bases de cada especialidad y dejando el nombre de Castellón en un lugar muy alto. ¡Pero cuidado! Todas estas conquistas no son cuestión de milagros. Tampoco hay trucos. Detrás de toda esa explosión hay talento y, sobre todo, trabajo. Mucho trabajo.

Una cuestión de números

La buena racha por la que atraviesa el deporte femenino no es solo una cuestión de impresiones. Los números (todos) también lo avalan. Un ejemplo. Esta temporada la cifra de futbolistas federadas en la provincia alcanza las 797, casi 80 más que el año pasado, según la estadística de la Federación de Fútbol de la Comunitat Valenciana. «Lo significativo es que mientras el ritmo de jugadores crece un 1,5% cada año, el de jugadoras lo hace al 5%», explican desde la entidad. Y con el voleibol o el balonmano ocurre algo muy similar. En esa última categoría ya son 637 las mujeres federadas en la provincia, un 62% más que hace tan solo ocho años, siempre según los datos proporcionados por la Federación valenciana.

De entre todos los deportes colectivos, quizás el vive una mayor explosión femenina es el fútbol. Lo sabe bien Magdalena Rodríguez, presidenta del Joventut Almassora y, seguramente, una de las personas que más está luchando en la provincia porque el fútbol femenino gane visibilidad. Cuando ella empezó el fútbol masculino era el fútbol. A secas. «Si hace veinte años, cuando empezó mi hija a jugar me dicen que la final de la copa de la Reina la iban a ver tantísimas personas y tendría la repercusión que finalmente ha tenido no me lo hubiera creído», apunta la máxima representante de un club que cuenta con dos equipos femeninos. «Y el objetivo para la próxima temporada es hacer uno alevín y otro cadete infantil», añade.

Pero aunque el fútbol femenino ya no es invisible, todavía queda mucho por hacer. «Los clubs que estamos apostando por este deporte somos muy pocos. Echamos en falta muchas cosas, entre ellas más apoyo institucional», resume Rodríguez que, no obstante, asegura que sí hay instituciones y colectivos que lo apoyan. «El CD Castellón, por ejemplo, se ha volcado mucho con el equipo femenino del Juventud Almassora y también lo ha hecho Luis Martínez, diputado de Deportes».

Ana Chiva tiene 32 años y es de Betxí. Desde la temporada 2007-2008 juega en el Alqueries CF Femenino y compagina su empleo como contable con tres días a la semana de duros entrenamientos más el partido del fin de semana. «Si una quiere y se organiza trabajo y deporte es compatible», explica esta deportista que también celebra la explosión del fútbol femenino en Castellón.

La desigualdad existe

Pese a que nadie pone en duda los logros conseguidos, la desigualdad sigue existiendo. Porque las mujeres en el deporte todavía viven en la prehistoria de las relaciones laborales. «Mientras muchas de nosotras pagamos, aunque sea una cantidad simbólica, por jugar al fútbol, hay muchos compañeros de que están en nuestra misma categoría y que pueden vivir perfectamente del fútbol», describe Ana, que insiste en la necesidad de que las instituciones apoyen más el fútbol femenino. «La afición también debe apoyarnos más, ya que el público que acuden a ver los partidos es más numerosos cuando los jugadores son chicos», subraya.

La brecha existe y no solo lo hace en el fútbol. También en el baloncesto, un deporte en el que en Castellón hay 671 jugadoras federadas. «Las diferencias entre el baloncesto femenino y el masculino siguen siendo abismales. Ellos cobran más y también tienen un mayor apoyo. Para tener la misma visibilidad a nosotras nos toca dar diez veces más patadas», asegura Lola Valls, presidenta del Nou Bàsquet Femení Castellón (NBF), donde entrenan y juegan unas 180 niñas y mujeres. «Tenemos dos equipos senior. Eso implica un esfuerzo brutal, pero a la vez también es un clarísimo ejemplo de que las cosas están cambiando para mejor», dice.

Los éxitos de la selección femenina de baloncesto (en lo que va de siglo el equipo se ha subido 12 veces al podio: 8 en Europeos, una en Juegos y tres en Mundiales) tienen también mucho que ver con la buena racha que este deporte atraviesa en Castellón. «Es obvio que tenemos mucha más visibilidad que hace unos años, pero nosotras tenemos que hacer el doble de esfuerzo», resume Ana Esteban, ala-pivot del NBF.

Trabajo y deporte

Al igual que todas sus compañeras de equipo, Ana no vive del deporte. Esta ingeniera informática trabaja en una empresa de Castellón y compagina su empleo con tres sesiones de entrenamiento a la semana y varias horas en el gimnasio. «Al menos nosotras no tenemos que pagar por jugar. Hay compañeras de otros equipos que sí tienen que hacerlo», explica la deportista que ahonda en el esfuerzo (doble) que deben hacer la mayoría de las mujeres deportistas de la provincia.

El voleibol ha sido, tradicionalmente, un deporte que ha enganchado a muchas mujeres. «Hay más licencias femeninas que masculinas», explica José Miguel Varella, presidente del club Volei Grau, con un equipo senior, uno juvenil, dos cadetes y dos infantiles. Varella destaca el buen nivel deportivo, pero insiste en que hacen falta más patrocinadores.

Andrea Barrachina es una de las jugadoras del equipo grauero. Licenciada en Filología Inglesa, esta deportista de 24 años cursa ahora un máster en Educación Secundaria y alterna los libros con viajes por toda la geografía española. «Viajamos a Tenerife, Granada...y aunque a veces no es fácil, el deporte me ayuda a desconectar», resume Andre que insiste en que sigue habiendo discriminación. «Hay que seguir luchando por la igualdad».

Vivir del deporte, una utopía

Andrea no vive de deporte como tampoco lo hace Arantxa Banacloche. Es jugadora de CD Balonmano Castellón, entrena a un equipo infantil y trabaja en una gran superficie comercial. «Es complicado llegar a todo. Tienes que renunciar a muchas cosas», apunta una deportista que empieza a trabajar a las seis de la mañana, entrena por las tardes y dirige un equipo infantil. «Llego a casa a las once de la noche, pero lo hago porque me gusta»,.

En balonmano la diferencia salarial también existe. Y existe casi en la misma proporción que en fútbol o baloncesto. Un jugadora de máxima categoría puede llegar a cobrar unos 900 euros al mes. Las retribuciones de los chicos son mucho más altas, de unos 2.000 euros. «A nivel económico vamos claramente por detrás», denuncia Arantxa Banacloche.

La situación es la que es, pero la lucha por la igualdad ha llegado a los campos y a las canchas. El discurso oficial de las entidades que gobiernan estos deportes ha ido virando conforme percibían cambios en la sociedad, y se han multiplicado los reconocimientos a las deportistas. ¿Suficiente? Todavía no.