T écnicos de sonido, promotores, responsables de salas, montadores, pero también actores, músicos, organizadores de eventos y bailarines. Todos se concentraron ayer en el parque del Parterre de València para encender una «alerta roja», la de la cultura. Casi 500 profesionales del sector, entre ellos la representación castellonense, denunciaron la sangrante situación de la cultura a raíz de la pandemia, que ha dejado un reguero de empresas en quiebra, locales cerrados y balances de pagos que no encajan en esta nueva normalidad, para la que no se ha pensado un «plan B» para aquellos que viven de la cultura.

«El sector está viviendo una situación límite, que, de no paliarse, supondrá la ruina de miles de familias, la imposibilidad de mantener el empleo y la inviabilidad futura de las empresas y de la actividad de muchos profesionales», denunció la plataforma Alerta Roja, creada ex profeso para la convocatoria histórica de ayer, y no solo por reunir al sector sino por ser la primera multitudinaria que se realiza aplicando los protocolos de sanidad. De hecho, para asistir era necesario portar una acreditación.

El presidente de la Asociación de Promotores Musicales de la Comunitat Valenciana (MusicaProCV) y cabeza visible de la castellonense Metrònom, Luis Óscar García, aseguró ayer que la consellera «Ana Barceló es un peligro para la cultura». Lo hizo poco antes de la manifestación del sector cultural. «Estamos sufriendo un agravio comparativo respecto a otras actividades económicas. La música es cultura, no ocio nocturno». García recordó que el sector «representa el 3,2 del PIB en la Comunitat, aproximadamente igual que la agricultura».

En la manifestación, que se inició a las 19.00 horas, los organizadores acordonaron el parque de Alfons el Magnànim para controlar el aforo a la marcha. Solo entraron aquellos que tuvieran una invitación con código QR en el móvil. Media hora después, 180 profesionales con un flighcase (un contenedor de transporte para instrumentos o micros) partieron por la calle Pintor Sorolla hasta la Plaza del Ayuntamiento. Detrás de ellos les siguieron unas 300 personas. Anduvieron respetando la distancia de seguridad, con mascarilla y sin decir palabra. Solo el sonido de las ruedas de los contenedores y los aplausos de los transeúntes lograron cortar el silencio de las calles de una València absorta. Tanto el Teatro Principal como el consistorio cambiaron el color de la iluminación de sus fachadas —al rojo— para solidarizarse con los profesionales.

El descontento del sector viene de largo. Aunque todo se precipitó hace una semana, cuando el Ministerio de Sanidad lanzó una campaña para concienciar a la población ante la covid-19. Siguiendo la polémica campaña del Ayuntamiento de Murcia, el ministerio compartió una fotografía de un concierto masificado junto a la de una anciana ingresada. La imagen del concierto era de archivo, ya que desde marzo no se celebran eventos multitudinarios culturales. El Gobierno tiene ahora el turno de palabra en esta disputa, aunque más vale que no sea igual de duradera que la pandemia. H