El número de muertes vuelve a superar al de niños recién nacidos. En Castellón, el invierno demográfico se recrudece y el saldo vegetativo, el que marca la diferencia de nacimientos y defunciones, es negativo por tercer año consecutivo, tras el punto de inflexión marcado en el 2015, según el informe Movimiento natural de población del primer semestre del 2017 presentado ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Con las cifras en la mano, la despoblación se ceba con la provincia, en una caída libre de nacimientos que viene desde el 2008 (ver gráfico), año del baby boom provocado por la llegada y asentamiento masivo de inmigrantes, y comparando el periodo de enero a junio del 2016 con el del 2017, se pasa de los 2.446 a los 2.265 alumbramientos. Son menos que las 2.663 muertes, un índice que aumenta con respecto a los 2.632 del año pasado.

Lo que pasa en Castellón ocurre también en el resto de España, con una bajada de la natalidad generalizada en todas autonomías excepto en Melilla, y con la Comunitat también en números rojos demográficos, con 23.075 fallecimientos frente a 19.149 nacimientos (-3.035).

Al respecto, las instituciones, encabezadas por la Diputación y la Generalitat, han movido ficha y han incluido la despoblación rural en su agenda política, con iniciativas como Repoblem o Avant, respectivamente, aunque, atendiendo al INE, aún no se están notando los efectos

Las claves están, según el profesor del Departamento de Geografía Humana de la UJI, Javier Soriano, recogen «las secuelas de la crisis». «La inestabilidad laboral hace que se retrase la edad del primer hijo y que se tienda al hijo único, además de la drástica marcha de inmigrantes, que durante años había aportado su potencial reproductor», y el «envejecimiento galopante».