Lo cierto es que me encantan els nostres masos del Maestrat. Y estos días he vuelto a leer Els valencians de secà, de aquel gran ciudadano que estudió Químicas en París, Gaetà Huguet Segarra, en edición del profesor Vicent Pitarch. También la obra Els masos valencians, de Carme y Joaquim Comas. Yo también desciendo de un mas del Maestrat, de Culla. Y la cabra, claro, tira al monte. Era la época en la que los habitantes de esos enclaves no compraban nada fora del mas, vivían exclusivamente de sus gallinas y los huevos, de los conejos, de los cerdos que todos los años mataban por Sant Antoni. Bueno, pues hoy, el protagonista de la página es Gonzalo Marzá, el que desde el mas del Ciprés --habría que decir del Xiprer--, de Villafamés, llegó a ese Real Madrid galáctico después, el de los Ronaldo y Di Stefano, de Puskas, Gento, Pirri y Santillana, el Real Madrid de Butragueño, de Zidán, Raúl y Casillas, aunque bastantes años antes que todos ellos. Fue en los años de la posguerra, ya que Marzá intervino en el equipo blanco en tres temporadas, desde 1941 a 1944. Y aquí en Castellón era muy conocido como Serraura y jugaba de portero del equipo.

SERRAURA // Cuando el señor Miguel y su esposa la señora Bárbara decidieron bajar a Castellón con sus hijos, cada cual se fue acomodando al trabajo que pudo, para sobrevivir. No habían oído hablar del espacio vital, tema recurrente unos años después en los medios políticos, ni tampoco del gasógeno, ya que por las calles circulaban carros con aca y muchas bicicletas, escasísimos coches, aunque ya se hablaba de la dificultad de adquirir carburante a precios asequibles. Sí que parecía una opción rentable económicamente el vender serrín con un carro por las calles, poniéndose de acuerdo con las varias carpinterías y serrerías que había en la ciudad. Ellos no podían haber leído al Vargas Llosa Premio Nobel, que dice en sus escritos aserrín. Claro, ni tampoco a Delibes cuando habla de aquel chico con “la boina espolvoreada de serrín”. Aquí en Castellón se hablaba entonces de serraura. Y así, cuando en 1933 Gonzalo Marzá se incorporó como aficionado al mundo del fútbol a sus 17 años en un equipito que se llamaba El Sequiol, ya llegó con el apodo de Serraura. Así me lo cuenta el erudito, mi amigo Ximo Alcón.

LA VIDA // En las antologías están los versos: “… Té un aljub, un forn, una era, una portalada gran i una finestra estreta, tres palmeres al voltant, un saüc, una servera, escola i capelleta…”. Bueno, pues allí. En un mas de Villafamés nació Gonzalo Marzá el 10 de abril de 1916, hijo de Miguel Marzá Trilles y Bárbara Trilles Tena. Gonzalo tuvo otros tres hermanos: Inés, que con el tiempo casó con Vicente Palmer Vidal; Amparo, que contrajo matrimonio con Antonio Dols Sacristán; y Miguel, que murió pronto. Trasladados a Castellón al encontrar un buen trabajo el cabeza de familia, Gonzalo ‘Serraura’ saltó de un equipo de fútbol a otro, y a principios de 1936 al Villarreal, que tuvo que abandonar obligado por la guerra civil, para la que fue alistado como soldado. En algún hueco, también jugó en el embrión del equipo albinegro, llamado entonces Atlético y, por fin, en la temporada 39-40, con el refundado C.D. Castellón, compartiendo portería con Nebot y Roqueta. Dicen que fue el mítico Hernández Coronado quien se lo llevó a la capital de España, intuyendo las grandes posibilidades del muchacho. A sus espaldas quedaban la serrería y el serrín.

DE MADRID AL CIELO // El año 1940 lo pasó en un filial llamado Madrileño Club de Fútbol y, por fin, el 23 de noviembre de 1941, novena jornada de la Liga en Primera División, debutó en Alicante. Ganó el Real Madrid 1-2 y con Marzá jugaron Mardones, Arzanegui; Huete, Ipiña, Lecue; Alsúa, Alonso, Alday, Belmar y Botella. Después ya se incorporarían otros como Pruden, Corona, Querejeta, Barinaga, cuyos nombres han trascendido. Pero me gusta destacar el hecho de que Marzá disfrutó de su estancia en la capital. Se hacía trajes a medida, compraba sus camisas en las boutiques de lujo, gustaba de pasear por la calle de Alcalá y la Gran Vía y hasta con su abrigo cruzado, lució un sombrero borsalino muy a lo Bogart. Se convirtió en un presumido señorito, que exhibió su figura durante las tres temporadas que jugó en Chamartín. Atrás había quedado Castellón y más atrás todavía el mas del Ciprés, aunque siempre que podía hacía una escapadita por aquí, tal vez para ver el mar, que añoraba. Para subir un día hasta Villafamés. Claro que, sin sobresaltos, volvió siempre con ilusión a Madrid. A tomar café en Chicote, pues allí es donde la conoció a ella. A la periodista que firmaba como Meri y que además tocaba el piano como los ángeles.

VIGO Y NAVARRA // Después de los primeros contactos, Gonzalo supo que la chica se llamaba María Ángeles Redondo Sola. Salieron juntos, se hicieron novios y al saberse queridos uno por el otro, decidieron casarse. La boda tuvo lugar en Sangüesa, de Navarra, el 28 de octubre de 1944. La ciudad tiene el pedigrí de una hermosa historia con sus iglesias románicas y sus palacios góticos y de allí era María Ángeles. El día de la boda la población lo celebró como una fiesta mayor. La novia lucía un traje de Balenciaga. Y cuando Marzá fichó por el Celta, ya que el gran Bañón había llegado al Madrid, el matrimonio se compró un piso en Vigo y allí instalaron el nido. Tuvieron una hija, Reyes, que viene ahora a Castellón dos veces al año. Cuida su piso de la calle Bellver que compraron sus padres y visita a su tía Amparo y a su prima Amparo Dols, la pintora. Reyes permanece soltera. Por ahora.

En el Celta de Vigo jugó Marzá diez años, alguno con el legendario Zamora como entrenador. Fueron los años de Pahíño y Deva, los de Quinocho después. El portero ya se planteaba su retirada y todavía jugó en el Osasuna en 1954 y el 55, pero al volver a casa aún tuvo que intervenir como jugador y entrenador del Sangüesa CF --y muchas veces como presidente cuando había que dar la cara en lo económico--. Pero el trabajo de Reyes ya estaba en Pamplona, allí se fueron los tres en el nuevo piso y en la capital navarra se apagó su vida. Aquí se ha contado el factor humano de un capítulo apasionante. El de un chico que nació en Villafamés. H