Nos levantamos a las 08.30 y preparamos el desayuno. Llueve y hace frío. Todos buscamos algo de manga larga. La primavera tiene estas cosas. Me peso y constato que en esta cuarentena he engordado un par de kilos. Si antes de toda esta mierda ya me sobraban diez o doce… ¡Joder! No sé cuánto tendré que caminar, trotar, rodar o correr pero esto hay que arreglarlo.

Desde buena mañana recibo docenas de mensajes de felicitación. Lograr que María me haya aguantado durante 19 años es toda una proeza. Brindo por otros 19.

Surfeo un poco por redes sociales y veo que el ambiente está muy caldeado. Media España se acuerda de la madre de la otra media. Nunca antes vi tanta crispación, tanto rencor y resentimiento. Tanto arrebato colérico e ideológico. Leo la prensa digital y me entristezco aún más. Ver cómo se contradicen los ministros Salvador Illa y Reyes Maroto, en público, sin filtros y tratando de ver quién mea más alto es desolador. ¿Nadie pilota en este Gobierno?

A las 09.30 nos ponemos con las tareas escolares. La web Mestre a casa funciona. Hoy tenemos Castellano, Sociales, Valenciano, Matemáticas y Valores.

A las 10.00 se hace pública la gran noticia deportiva del año. Carlos Sainz ficha por la Scuderia Ferrari. Es el tercer español, tras Alfonso de Portago y Fernando Alonso, en fichar por la marca del cavallino rampante. Me emociono. Adoro la Fórmula 1 y me encanta esta noticia. Hasta se me pone la piel de gallina.

A las 12.00 me sumo a una charla virtual sobre la reapertura de comercios, bares, restaurantes y demás. La formación es clave en la nueva normalidad.

A las 13.00 bajo a comprar el pan y el periódico. Las páginas de Mediterráneo también echan humo. Sanidad ha empezado con las pruebas PCR en Castellón. Realiza unas 80 al día en el centro de salud de Gran Vía, y los sindicatos afirman que la implantación territorial es desigual y caótica. ¡Hay que joderse! Me mojo bastante. Me encanta la lluvia. No llevo paraguas, ¿para qué? Disfruto caminando, sintiendo el aire en el rostro y el agua en el ambiente. Cuando vuelvo a casa me siento en la cocina y disfruto con la lectura del periódico. Entonces caigo en la cuenta de que llevamos dos meses de confinamiento. ¡Dos meses!

A las 14.00 preparamos la comida. Ensalada de arroz, con carlota, cebolla, jamón cocido, lechuga cortada en juliana, maíz, algo de pimienta, aceite y sal. Después de comer vemos un par de capítulos de Dead to me. Netflix no ha llegado a tiempo de doblar la segunda temporada. Los actores de doblaje tampoco pueden trabajar, así que tenemos que verla en versión original subtitulada. La verdad es que nos acostumbraos enseguida. Ya nos pasó con los últimos episodios de Devs, en HBO. Forma parte de la nueva normalidad.

A las 17.30 jugamos una gran partida de Inkognito. La conexión veneciana es una auténtica pasada. El juego diseñado en 1988 por Alex Randolph y Leo Colovini, y comercializado en principio por MB, es maravilloso. De hecho ganó el premio Spiel of Jahres al juego más bonito del año. No sé qué empresa lo vende ahora, pero sé que se puede comprar en varias tiendas. Lo recomiendo encarecidamente a las familias que disfrutan jugando juntas.

A las 20.00 salimos a aplaudir al balcón. Quedamos muy pocos. Esto se acaba. Y así pasa un día más sin que haya escrito ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor