Quienes piensan que la agricultura en Castellón está tocada y hundida quizás no se han parado a pensar en el potencial de los productos eco. Sí, nos referimos a tomates, lechugas, almendras, naranjas o aceite de oliva que no han sido tratados con ningún tipo de pesticida o producto químico que no sea natural y que han sido cultivados respetando los ciclos propios de la naturaleza. O dicho de una manera más sencilla: nada de pesticidas, nada de cultivos intensivos, nada de granjas abarrotadas de animales... Este tipo de cultivos se va consolidando en Castellón y lo hace porque la demanda de productos bio también crece año tras año, demostrando que lo ecológico no es una moda pasajera. Al contrario, cada vez mueve más dinero.

La producción ecológica echa raíces en Castellón y eso es algo que demuestran los últimos datos que maneja el Comité Valenciano de Agricultura Ecológica (CAECV). Frente al abandono de las tierras de cultivo tradicionales, las parcelas dedicadas a productos bio crecen y crecen. En la provincia la superficie certificada prácticamente se ha duplicado en los últimos cuatro años, al pasar de las 8.098 hectáreas del 2014 a las 15.514 al cierre del 2018. Y con los operadores ocurre algo muy similar: ya son 270, frente a los 174 del 2014. «Todas estas cifras demuestran la continua evolución del sector ecológico tanto en Castellón como en el conjunto de la Comunitat Valenciana. Y lo estamos haciendo de forma ordenada gracias a la puesta en marcha del I Plan de Producción Ecológica», apunta José Antonio Rico, presidente de la CAECV, que destaca que en el conjunto del territorio valenciano, con 114.508 hectáreas certificadas y 2.904 operadores, el sector ya genera un volumen de negocio de 452,4 millones de euros anuales. «Se trata de una cifra que representa el 25% del valor de mercado del consumo de productos ecológicos de toda España, que alcanza los 1.805 millones de euros», subraya Rico.

Jóvenes y muy preparados

De los 270 operadores de agricultura ecológica con los que cuenta Castellón, 183 son agricultores y a la mayoría responden a un mismo perfil: jóvenes profesionales muy bien preparados que han decidido invertir e innovar en un sector, el agrícola, con el que se identifican al cien por cien.

Susana Gordo es una de esas emprendedoras que en los últimos años ha decidido apostar por la producción ecológica. Ingeniera técnico agrícola, hace seis años esta vilafranquina transformó unas parcelas familiares en el término municipal de Alcalà de Xivert en una finca dedicada a la producción ecológica. Pero Susana no solo cultiva verduras, hortalizas y plantas aromáticas, también realiza actuaciones de recuperación de variedades autóctonas de temporada y promoción y formación en el ámbito de la agroecología. «Se trata de hacer un producto de calidad y que tenga las mismas características que uno convencional, pero respetando el medio ambiente y el producto», apunta la gerente de Masía Ana, que es como se llama su empresa.

Las judías o pimientos ecológicos que Susana cultiva en sus campos de Alcalá van, mayoritariamente, al mercado internacional. «Sobre todo a mercados locales franceses, donde sí valoran los productos ecológicos. Aquí en Castellón todavía cuesta mucho y aunque es un sector que tiene futuro, falta por avanzar», dice.

Casi al mismo tiempo que Susana transformaba sus tierras para plantar hortalizas ecológicas, en Segorbe David Moya apostaba por el aceite bio. Este biólogo de 43 años decidió apostar fuerte por la ecología y lo hizo por convicción personal. «Además de la producción agrícola me dedico también a la conservación del medio ambiente. Es lo que se conoce con el nombre de custodia del territorio, es decir, hacer producción y conservación al mismo tiempo», explica. Bajo la marca de Saborita, Moya cultiva olivos centenarios con técnicas agroecológicas. «El aceite va a grupos de consumo de la comarca del Alto Palancia y también a grupos internacionales, sobre todo, franceses», argumenta este productor que asegura que la gran diferencia entre un cultivo ecológico y otro que no lo es está en la forma de producir. «Trabajamos en pequeñas parcelas y hacemos una importante labor de conservación del paisaje, una labor que algún día se nos valorará», apunta. «Claro que el coste es más alto. Y lo es porque el cultivo es artesanal y el producto viene de un lugar donde se trabaja en condiciones dignas», explica.

Chuletón con miles de fans

Una parte del aceite que produce David Moya se va al extranjero y lo mismo sucede con el oro líquido que sale de los campos de José Miguel Dolz. «Empecé con la agricultura ecológica hace 30 años y no concibo otra manera de cultivar», explica este agricultor bio, también de Segorbe, que explica que el aceite ecológico tiene otro sabor y cero residuos. «Y cada vez se valora más», añade.

Aunque el grueso de los operadores ecológicos de Castellón se dedican a la agricultora, en la lista cada vez hay más ganaderos. Fernando Robres es uno de ellos. Propietario de la carnicería Robres, en la calle Peñíscola de Castelló, las vacas de este ganadero cuya explotación está en Vistabella producen carne ecológica. «Los animales están sueltos, casi siempre pastando, y hacemos la transhumancia», describe. ¿La consecuencia? Los animales están más sanos y producen carne de más calidad, por eso no es de extrañar que los solomillos y chuletones que produce Robres tienen hasta lista de espera.

Y del solomillo a las rosquilletas. Finas Horneados, con sede en Burriana, produce desde hace cinco años rosquilletas eco. «Empezamos con esta línea por convicción, porque pensamos que hay que ser respetuosos con la naturaleza», argumenta José Luis Vicent, uno de los gerentes de una empresa que lleva en el mercado 23 años. «La línea ecológica es la primera producción de día y, después, hacemos la convencional. Y toda la materia prima la compramos a empresas que están certificadas», añade Vicent que destaca que el grueso de la producción va a herbolarios y a tiendas nacionales de productos eco.