Cuando no existen documentos históricos que detallen con precisión el pasado, no faltan las leyendas, teorías y especulaciones que contribuyen a dar sentido a algo tan esencial para cualquier cultura como conocer su origen. No hay pregunta con respuesta más interesante que saber por qué estamos aquí.

Este era el caso de algunos detalles relacionados con el pasado de la ciudad de Castellón, en concreto con el Castell Vell, que hasta hace poco solo era unas ruinas junto a la emblemática ermita de la Magdalena, que han resultado ser una esclarecedora fuente de información.

El actual equipo de gobierno, a su llegada al Ayuntamiento, se planteó una prioridad en materia patrimonial: «La recuperación del origen de nuestra ciudad», como defendió ayer la concejala Verònica Ruiz. Con ese empeño se acometió la cuarta fase del Plan Director que hace años marcó cuáles deberían ser los criterios para poner en valor la que se considera la cuna de la ciudad.

Según el arquitecto que ha dirigido el proyecto, Jaume Prior, la actuación ha supuesto mucho más que restaurar un elemento patrimonial. Entre otras cuestiones relevantes, se ha clarificado que la ermita está construida sobre el aljibe más grande de la fortaleza. Como precisó ayer Prior en la visita guiada que se realizó al recinto, en la que participaron más de 400 personas: «Su torre era la del castillo».

Pero este solo ha sido uno de los descubrimientos que han asombrado a quienes han participado en la restauración. El principal ha consistido en encontrar soterrado y en buen estado de conservación el muro sur, que se creía desaparecido, así como una puerta islámica.

Otra certeza es que el castillo se abandonó porque sus residentes encontraron un lugar mejor donde vivir. Curiosamente, siglos después, volvemos al mismo lugar para no olvidar que todo tiene sentido.