Es la piedra angular de la dieta mediterránea, pero su salud económica y social está en riesgo. El dinero que los productores de la provincia perciben por un kilo de aceite de oliva virgen ha bajado de manera drástica, desde los 3,60 euros por kilo a los 2 euros en apenas dos años y, sin comerlo ni beberlo, se han encontrado con la sorpresa de que esos precios no bastan para cubrir los costes de producción. Y Castellón es tierra de aceite: casi 33.000 hectáreas de olivar repartidas sobre todo en el Baix Maestrat y el Alto Palancia y de cuyos árboles salen cada año unas 1.600 toneladas de aceite, según datos de la Conselleria. Un cultivo del que, además, depende el futuro de 50 almazaras y de algo más de 10.000 pequeños productores para los que el oro verde ya no brilla.

Pese a que esta temporada la producción no será mala y las primeras estimaciones hablan de unas 6.000 toneladas de aceitunas (de cada cinco kilos de olivas se obtiene un kilo de aceite), los precios en origen se han hundido. «A los agricultores de la provincia producir un kilo de aceite nos cuesta una media de tres euros y, por lo tanto, los precios actuales son una ruina», apunta Hilari Jaume, productor de Canet lo Roig y responsable de la sectorial de aceite de oliva de la Unió de Llauradors i Ramaders.

Que el aceite de oliva virgen cotice en el campo a menos de 2 euros el kilo (un kilo de oro verde ocupa 1,0893 litros), significa casi un 40% menos que la media de las últimas cuatro campañas. «Desde el inicio de la campaña, los precios han caído más de un 4% sin que haya razones objetivas para ese hundimiento», añade el responsable de la Unió.

EL PEZ GRANDE SE COME AL CHICO // Más que de crisis del olivar, los productores de la provincia hablan de una regresión que afecta a un modelo de producción, el de Castellón, donde predomina un cultivo de secano, con rentabilidades bajas y que no puede competir con provincias como Córdoba o Jaén. Y, a su vez, el olivar español se hace cada vez más pequeño si se le compara con las 11 millones de hectáreas plantadas en todo el mundo, a un ritmo de crecimiento de unos 40 millones de olivos nuevos cada año. «La realidad es que en España cada vez se produce más aceite de oliva y en muy pocos años se superarán los dos millones de toneladas», subraya Jaume, para quien el problema por el que atraviesa el sector, más que coyuntural es estructural. «Ojalá me equivoque, pero creo que crisis de precios como la de esta campana serán cada vez más habituales».

El futuro no pinta bien y, encima, el olivar en Castellón está discriminado. «Mientras los agricultores de la provincia reciben en concepto de ayudas de la PAC entre 150-160 euros por hectárea, hay otras zonas que obtienen entre 700-800 euros. Y eso hay que cambiarlo», recuerda Jaume.

Redistribuir las subvenciones europeas puede ser una solución (la clave, ahí, la tiene el Ministerio de Agricultura) y otra posible salida sería fomentar en Castellón el consumo de aceite de oliva autóctono. «El Consell tendría que apostar más claramente por este sector y hacer potentes campañas de promoción de nuestro aceite que, además, es de muy buena calidad. También podría incentivar su consumo en comedores u hospitales», añade el responsable de la Unió.