Conocedor de cada uno de los brotes registrados durante la pandemia, el epidemiólogo Juan Bellido considera que, sin duda, la peor cara del virus la han encontrado en las residencias de mayores. Más de la mitad de los 227 fallecidos por covid-19 en la provincia de Castellón eran residentes. «Son espacios cerrados con personas muy vulnerables. Cuando el virus entra de fuera, porque alguien lo porta, resulta ya my complicado el control».

Ahora los rebrotes están muy relacionados con los locales de ocio. Por ejemplo, al de la discoteca de Peñíscola se añaden otros casos de castellonenses que se han contagiado en discotecas de Gandia, donde se localiza el brote más importante de la Comunitat, o de personas procedentes de otras regiones, como la localidad catalana de Badalona, donde el repunte de contagios va al alza, siendo Cataluña y Aragón las dos regiones más afectadas.

Por cada persona que es diagnosticada con covid-19, la Comunitat consigue localizar de media a entre dos y seis personas con las que ese enfermo ha mantenido un contacto más o menos estrecho. Es lo que se conoce como rastreo, el seguimiento con el que las autoridades sanitarias buscan trazar un mapa más refinado del avance del virus y evitar así perderle la pista.

P ara ello, la Comunitat Valenciana cuenta con 1.008 rastreadores, la autonomía que más trabajadores ha incorporado para estas labores de seguimiento de toda España. Cada uno de estos profesionales debe ocuparse por tanto de unos 5.000 valencianos. Solo La Rioja y Castilla-La Mancha tienen una mejor ratio de habitantes por rastreador a nivel estatal, según el i nforme del Instituto de Salud Carlos III con los casos de entre el 11 de mayo y hasta el 15 de julio. De todos modos, el Centro de Salud Púbica de Castelló eleva la cifra a entre 15 y 17 contactos.