Hay un viejo refrán valenciano que reza Tota pedra fa paret. Un elogio a la suma de esfuerzos que bien podría resumir lo que esconden las miles y miles de construcciones que pueblan el paisaje del interior de Castellón. En Vilafranca, en Fanzara, en Vistabella, en Tírig, en Catí... hay decenas de paredes de piedra en seco. Y las hay para todos los gustos: bajas, de apenas dos palmos de altura para delimitar un terreno; otras sobrepasan la altura de una persona, a manera de pequeñas murallas que sirven para contener la tierra. También mucho más señoriales, sobre todo las que sirvieron para construir casetas en las que los agricultores y pastores se refugiaban de la lluvia o guardaban los aperos. Cualquiera de ellas es un ejemplo de la arquitectura en estado puro. De la arquitectura de los pobres.

Declaradas Bien de Relevancia Local Inmaterial por el Consell en noviembre del 2016, las construcciones de piedra en seco podrían convertirse antes de que acabe este año en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. «Lo que se pretende con esta declaración no es tanto proteger las construcciones sino el conocimiento, la técnica utilizada», apunta Javier Martí, técnico de etnología de la Conselleria de Educación y Cultura, un proceso en el que se han involucrado ocho países de toda Europa y en el que también participan Cataluña, Baleares, Aragón, Extremadura, Andalucía, Canarias, Galicia y Asturias. «En muy pocos meses se reunirá el Comité Intergubernamental por lo que es factible que esta técnica reciba el espaldarazo de la Unesco a finales de este año», argumenta Martí.

La técnica puede parecer de lo más sencilla. Y realmente lo es. Es sencilla y también barata, aunque tiene algunos trucos. «No se trata de poner una piedra sobre otra y ya está, sino que cada piedra nueva que pones debe pisar las dos de abajo», resume Guillem Monferrer, director gerente del Museo de Pedra en Sec de Vilafranca, un centro inaugurado en el 2006 y donde se hace un recorrido por la historia y las principales edificaciones que existen en este municipio de Els Ports.

Las construcciones de piedra en seco salpican toda la geografía valenciana y definen especialmente el paisaje de municipios como Vilafranca aunque nadie sabe con exactitud cuántas existen en la provincia. «En los últimos años se ha avanzado, pero el inventario no está acabado y queda muchísimo por hacer», describe Javier Martí. De hecho, la Conselleria acaba de lanzar una línea de ayudas para la catalogación de este tipo de edificaciones. Donde el censo sí está cerrado los datos impresionan: en Morella, por ejemplo, hay 119 casetas y cinco pozos; en Rossell, 107 casetas y 7 pozos; en Sant Jordi 77 construcciones y dos pozos... también las hay en Vinaròs, Traiguera, la Jana, Sant Rafael, Cervera, Càlig, Vallibona, Herbés y, por supuesto, Vilafranca, donde el ayuntamiento tiene catalogadas más de 1.000 kilómetros lineales y discontinuos de paredes y más de 1.000 casetas de pastor, además de todo un complejo patrimonio de arquitectura rural popular, desde bancales a zagadores, descansaderos o aljibes. «Vilafranca es el pueblo 1.000. Se encuentra a unos 1.000 metros de altitud, tiene 1.000 kilómetros de paredes en seco y algo más de 1.000 casetas de pastor», dice Monferrer.

Algunos municipios de la provincia sí tienen un inventario de los bienes de piedra en seco que quedan en su término municipal, pero la mayoría todavía no ha cuantificado su patrimonio. «Se calcula que solo en el norte de la provincia hay entre 15.000 y 20.000 barracas», concluye el profesor Javier Soriano, autor del estudio La arquitectura de la piedra en seco, donde analiza los orígenes, la técnica y las características de este tipo de construcciones.

Una técnica milenaria

Durante años, la técnica de la piedra en seco fue practicada por personas anónimas y que construyeron paredes, pozos y casetas por necesidad y sin ningún conocimientos académico. «Algunos autores defienden que la técnica está vinculada a las civilizaciones que practicaban el cultivo del olivo, en el segundo milenio antes de Cristo. Otras hipótesis apuntan a un origen en Oriente Medio asociado al nacimiento de la agricultura y el regadío hace 4.000 o 5.000 años, mientras que la existencia de monumentos en Cretas y Micenas erigidos con grandes bloques de piedra dispuestos sin ningún elemento cohesionador aporta una tercera vía interpretativa», según el estudio del profesor Soriano. «Aunque se trata de una técnica antiquísima, la mayoría de las construcciones de Castellón datan del siglo XVIII», explica Javier Martí.

La técnica es milenaria y en Castellón queda muy pocas personas que sepan construir una caseta o un pozo de piedra seca. Y de las que quedan, la mayoría tiene más de 70 años. Ivana Ponsoda es una de las excepciones. Esta arquitecta, autora del inventario de construcciones de Vistabella, está especializada en trabajos de piedra en seco y rehabilitación de arquitectura en las zonas rurales. «Hago trabajos para particulares en los que construyo y rehabilito ribazos o todo tipo de casetas» cuenta. Ivana ha aprendido el oficio y conoce bien los secretos de un saber que durante décadas fue transmitido de padres a hijos. Un conocimiento ancestral. Como el fuego.