El apellido Aliaga tuvo en Castellón varias intensidades y brillos entre los siglos XIX y XX. La imagen que ilustra la página no es un personaje, es un óleo de 110x73, con el protagonismo de unos pollinos apostados a la puerta de una casa, junto a unas gallinas que ayudan a la obra a comprender su carácter anecdótico y costumbrista y el estilo de su autor y a su manera de empastar estructuradas sus obras a lo Cezánne, coetáneo del propio autor, Emilio Aliaga Romagosa, un ser humano nacido en Castellón en 1876.

LOS ALIAGA. Según don Vicente Gimeno Michavila en su obra Las calles de Castellón, su abuelo, el primer Aliaga de la saga del que hemos oído hablar, don Joaquín, el que fuera profesor de Latín y también director del Instituto de Bachillerato de la hoy plaza de Santa Clara, que también en su tiempo se licenció en Ciencias y en Medicina, al igual que su hijo Pedro Aliaga Millán, que en Castellón contrajo matrimonio con la distinguida dama doña Adela Romagosa, hija del célebre cirujano Romagosa. Esta pareja fueron los padres del pintor don Emilio Aliaga.

El padre de artista, destacó especialmente como profesor de Matemáticas, que también ejerció como director del Instituto y publicó dos obras, que alcanzaron gran notoriedad. Se trata de Aritmética y Álgebra y también otra titulada Geometría.

Don Pedro militó en la política, primero en el partido Republicano dirigiendo un periódico en la época revolucionaria y después en el partido Liberal, desempeñando el cargo de concejal desde el mes de marzo de 1877, cuando era alcalde de la ciudad, don Catalino Alegre Renau. Don Pedro fue trasladado a Valencia como profesor de Física con tan buena suerte, que fue nombrado también director de aquel centro, antes de ser elegido alcalde de Valencia en 1910.

EL PINTOR. El pintor, Emilio, realizó estudios de Bellas Artes en Valencia y Madrid. Convertido en catedrático de Dibujo, impartió su magisterio en varias ciudades. Y en Castellón, claro, en su Instituto de Bachillerato. Aquí fue también director del Museo Provincial de Castellón, en el tiempo en el que consiguió el preciado título de Académico correspondiente de San Fernando.

En 1909, Obtuvo la Medalla Primera en la Exposición Regional de Valencia y en 1910 la medalla de plata en la Exposición nacional del Ateneo Mercantil valenciano, así como un diploma conmemorativo en la muestra del I Centenario de la Independencia de México. Sus exposiciones en nuestra ciudad fueron ampliamente visitadas y aplaudidas.

Tuve en una época cordialísima relación con el también prestigioso pintor y profesor Ramón Catalán y en realidad fue él quien me proporcionó la información que me ayuda ahora a escribir.

Me dijo que recordaba a Emilio Aliaga enjuto, esbelto e inquisitivo en su mirada, constituyendo una verdadera estampa romántica. Solía salir a la calle cubierto con una capa, tocado con el sombrero o el chambergo, sus zapatos finos, su bastón, sus pantalones con trabilla, muy elegante.

Había una diferencia entre ambos de unos cuarenta años y, claro, al joven Catalán, le causaba Aliaga sorpresa y admiración, por el halo que lo envolvía.

PERSONALIDAD. Aliaga fue para mí --me decía-- esa personalidad arrolladora que se impone por sí misma, es decir, que no necesita de aditamento alguno para persistir. Este soñador empedernido no precisó de grandes obras para trascender; le bastó su manera de ser y de comportarse, que es lo que a mí me sorprendía en su deambular por este mundo, convencido de ser algo en la vida. ¡Y de verdad que lo fue! Académico, catedrático y director de museo… Hizo la defensa más apropiada de su existencia dedicándole al arte y a la enseñanza, aceptando su destino con resignación y sacrificio. Después de coincidir con él en el instituto Ribalta, su relación le hizo admirar a Emilio Aliaga de modo más natural. Por sus movimientos se deducía la defensa siempre con ardor de sus ideas en los pertinentes claustros de profesores.

También Ramón Catalán me alababa con gran entusiasmo el cuadro que ilustra esta página, ya que, según él, este tipo de obras delatan su manera de ver y de influir en la exaltación de la pintura de su tiempo; pero, eso sí, se sumió en sí mismo para pensarlas, intuirlas y soñarlas de tal forma que las gozó mentalmente.

SUS RASGOS. Le pregunté a don Ramón cuáles eran los rasgos fundamentales del artista pintor Emilio Aliaga.

--Yo diría que los rasgos fundamentales de este gran humanista de las artes del diseño y de la vida fueron varios, sobresaliendo entre ellos el más representativo: ese deambular por este mundo tan peculiar e instintivo de los conceptos de la concepción vital, tan característico, para que lo comprendas como el Barón de Benicàssim, es decir, Paco León, o en mi amigo caballista Paco Villalonga, ambos con paralelos, bien por su indumentaria o como sus actitudes y comportamientos. Uno y los otros denunciaban al exterior los grandes señores que llevaban dentro.

-- Muy bien, lo entiendo.

-- Se le tildó de tenorio al ir tras las mujeres en su instinto caballeresco y sensual, tan proclive, espontáneo y natural en él.

Le atraían ellas como a todo hombre y donde se encontraran, bien en el tren, en la calle, en el Casino… pero siempre bajo el impulso de nutrirse de esa belleza de que son portadoras algunas mujeres. Casi todas.