No estoy seguro de que seré capaz de escribir de un modo natural sobre el que fue mi amigo en la primera juventud. Y es que me gustaría hacerlo de forma fotográfica, es decir, de una manera clara y precisa, como a Pepe le hubiera gustado. Y, claro, tengo que recurrir a algunas chuletas a través de las que veo que la fotografía consiste en un procedimiento para obtener imágenes de los objetos o las personas, con las que se recubre una placa o película que se expone momentáneamente a esa luz dentro de una cámara oscura. En fin, quiero decir simplemente que Pepe Aguilar fue desde muy joven un gran aficionado a la fotografía y sobre ello estudió y aprendió todos los porqués posibles.

NOMBRES PROPIOS. En aquel barrio del final de la calle Félix Breva, a la altura de la parte de atrás del Hospital Provincial, pasaba yo los domingos y días festivos en la casa de mis abuelos maternos y me relacionaba en la calle con los Chaparra, Pepe Aguilar, Monfort, Daniel Aparici ‘el Keto’, el futbolista Manolo Tena, también Enrique Forcada, que se hacía llamar Henry Ford, Marcial y algunos más. También entraban en el juego un grupito de niñas de aquel entorno, entre ellas la que con el tiempo sería la guapa esposa de Pepe, María Isabel o Mari, cada cual le llamaba de una manera. A su gusto.

Pepe Aguilar es de los que, después de la primera enseñanza, recuerdo que también inició el bachillerato y, después, con naturalidad y totalmente influenciado por su padre, se licenció en podólogo, convirtiéndose en ATS y fisioterapeuta, aunque nunca abandonó su pasión y buena maña para la fotografía, si bien al final traspasó su afición a su hijo mayor, José Antonio, que realizó en la UJI lo que se llama doctorado en fotografía, con toda brillantez y notable eficacia.

FOTO FIJA. Hijo de José Aguilar Miralles y Encarna Beltrán, nació Pepe el 28 de enero de 1933. Ahora, en el momento de recordar el tiempo pasado, me atrevo a recuperar aquella escena en la Pérgola jardín de una tarde festiva en la que el grupito de amigos vimos muy acaramelados, bailando, a la niña María Isabel, que tenía entonces 15 ó 16 años y Pepe Aguilar. Y lo que al principio nos pareció un juego de niños, se convirtió a su tiempo en la boda, cuya ceremonia celebraron en la Iglesia Mayor de Santa María. Tuvo lugar el 17 de junio de 1961. Y, con toda naturalidad, once meses después nació el primero de sus cuatro hijos. Se bautizó con el nombre de José Antonio que, a su tiempo, contrajo matrimonio con Merche Ríos. Después, tres chicas: Maribel, que se casó con Miguel Ángel Arrufat, Elena con Vicente Calper Olcina y Ana, con Enrique Badía.

Y estos son los nietos hasta ahora: Inés, Marta, Carlos, Andrea, Sandra, Lucía, Laura y el pequeño, Quique. Lo lógico y natural es que en la relación haya también nuevos podólogos. Seguro.

CIRUGÍA DEL PIE. El domingo 5 de noviembre, en la céntrica iglesia de San Vicente Ferrer, hemos asistido con pesar a la misa y ceremonia fúnebre por el fallecimiento de José Aguilar Beltrán. Ha quedado la estela de cariño de todos cuantos le querían y el eco de su historia como especialista y académico de cirugía del pie, su especialidad.

Hay que dejar claro que la podología es la rama de la medicina que trata de afecciones y deformidades de los pies, que solamente requieren pequeñas intervenciones quirúrgicas. Claro, eso forma parte la fisioterapia, que es el tratamiento de las enfermedades o lesiones por medios naturales, como el agua, el barro o cosas así. También con masajes o la propia gimnasia. Es decir, todo natural. Se trata simplemente de lo que se entiende como cirugía menor. Pepe Aguilar era poseedor del título de grado en Podología, que consiguió en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió lo que se titula Cirugía Mínima Incisión, o sea, MIS o mínimamente invasiva en Podología. En su etapa profesional, fue el primer presidente de la asociación que gracias a él nació en Madrid. Con ello, el 28 de enero de este mismo año de 2017 se le tributó un homenaje en Madrid, por ser el primer presidente de dicha asociación.

LA PLACA. He tenido ocasión de ver ahora la preciosa placa, fechada en Salamanca el 21 de octubre de 2017, que se entregó a la familia durante la celebración del 48 Congreso Nacional de Podología celebrado en la ciudad salmantina. En un tiempo, también participó en Norteamérica en los cursos de la Academia Norteamericana de Cirugía y Ambulatoria del Pie. Es cuando nació la afirmación universal de que un paciente ambulatrorio es un paciente que camina. Su eslogan es el siguiente: «El paciente que viene caminando a nuestra consulta, puede salir caminando después de la cirugía». Por cierto, no necesita hospitalización, ni significa incapacidad ni malestar. Es en verdad todo un arte, que se inició hace menos de 50 años, con los vaivenes lógicos.