Nueva etapa en el PP con todas las letras. Y consecuencias. Mariano Rajoy se marcha de la presidencia popular tras ser desalojado del poder con una moción de censura y cede el despacho a Pablo Casado, un político que habla de renovación tranquila y que representa, sin embargo, las esencias y los principios más conservadores de un partido en seria crisis de identidad. Volantazo a la derecha. La primera llamada del ganador, a Zarzuela, para comprometer su lealtad a la Constitución y a Felipe VI. «Vuelve el PP», reiteró Casado, con serios avisos a la Generalitat catalana y su desafío independentista en el discurso que pronunció ante sus compañeros sabiéndose ya ganador. Obtuvo el 57% de los votos de los compromisarios, frente al 42% que apoyó a la otra aspirante, Soraya Sáenz de Santamaría.

Ni Santamaría, la vicepresidenta en los gobiernos de Rajoy y ganadora de la primera vuelta de estas primarias, ni María Dolores de Cospedal, la hasta ayer secretaria general y aspirante también al liderazgo, se han hecho con el trono popular cuando, por sorpresa, por censura parlamentaria y sentencia de la Gürtel mediante, quedó vacante. Durante años ambas dirigentes protagonizaron las quinielas sucesorias y crónicas de desencuentros que, por cierto, no evitaron.

Pero ahora puede decirse que Cospedal obtiene al menos el premio político de consolación al que podía aspirar al ver triunfar a Casado, a quien avaló tras resultar ella apeada por la militancia en la primera ronda del proceso congresual. Y al ver caer a su adversaria, Santamaría, con quien apenas mantiene ya las formas mínimas de cortesía. El vencedor, según dijo, quiere seguir contando con la presidenta del PP de Castilla-La Mancha si ella acepta y darle mayor papel al gallego Alberto Núñez Feijóo. Eso y buscarle hueco a los sorayos, a fin de que las cuitas internas no se conviertan, terminado el congreso del PP, en titulares constantes de periódicos.

La antaño todapoderosa vicepresidenta no estaba preparada para la derrota. Ni su equipo. Hasta el último momento se vieron ganadores en un cónclave reñidísimo. Casado le ofrece integración a partir de ya para formar parte de un proyecto más político, seguramente también más duro y populista, y menos tecnócrata de lo que ha sido hasta ahora. Habrá que esperar unas horas para conocer su disposición. En su discurso como aspirante, Santamaría dejó claro que hay líneas que cree que no se deben cruzar si no se quiere perder de vista el centro, ese en el que el bipartidismo se suele jugar las elecciones. Ella simbolizó su propuesta de defender a España y a su organización -«nunca militaré en otro partido. Yo moriré siendo del PP»- desplegando un abanico de la rojigualda en el escenario. Y avisó de que tocaba más que nunca defender el legado de Rajoy.

El nuevo presidente del PP, sin embargo, ve las cosas distintas. Considera que hay que defender legados para recuperar terreno cedido a Ciudadanos o a la abstención, sí, pero no solo el del último presidente. El del crítico y criticado José María Aznar, también. Incluso, sugirió que podrían volver a ver la luz alguna de sus ideas más polémicas, como la de «reforzar» el Código Penal para evitar nuevos desafíos secesionistas: en tiempos de Aznar convocar un referéndum era delito penal, algo que modificó el socialista José Luis Rodríguez Zapatero y que Rajoy, pese a que el ala dura del partido se lo reclamó en numerosas ocasiones, nunca quiso recuperar como opción.

«Hay que conectar con la España de los balcones y las banderas», enfatizó Casado, que horas antes reclamó el voto a los compromisarios garantizando que, con él, Tabarnia llegaría a ser una realidad y el plan Torra no prosperaría. En lo social, clara advertencia al centro-izquierda: el foco en la familia, en la vida y oposición dura a medidas como la ley de eutanasia.

Casado dijo que estaba orgulloso de haber formado parte del marianismo, aunque sin complejos puntualizó que fue llamado a la vicesecretaria de comunicación del PP cuando las cosas venían mal dadas y algunos compañeros preferían no ir a determinados platós de televisión. Agradecimiento a su predecesor, pero con matices. Reconocimiento de su legado, también con matices. De hecho, en su decálogo de compromisos o su «contrato social», el flamante presidente recuperó una propuesta de «regeneración» que Rajoy defendió pero no impuso cuando tuvo mayoría absoluta: que los alcaldes y presidentes autonómicos se elijan a dos vueltas. «Se puede modificar la ley electoral sin tocar la Constitución dando una prima al partido ganador para no depender de partidos bisagra», añadió, en referencia velada y clara a los nacionalistas.

Además, abogó por bajar impuestos y al mismo tiempo garantizar el Estado del bienestar; actualizar la administración; defender la ley de educación vigente; comprometerse con retos como el cambio climático y un plan nacional del agua; y apostar por la vuelta de España al panorama internacional, incluido el fortalecimiento del eje atlántico.