En los alrededores del casco urbano de Castellón, pero siempre dentro del término municipal, tanto en la marjalería como en el secano, las ventas constituyeron un lugar de reuniones, fundamentalmente de las gentes dedicadas al campo, al mundo agrícola, los que conocíamos como ‘els llauradors’, aunque también de quienes transitaban por los caminos rurales. Algunas ventas de Castellón tuvieron un gran prestigio entre nuestras gentes, lo que se llama ‘una gran nomenà’. Eran también un lugar de grandes festejos, un escenario de celebraciones que acaban en una comilona. Y es cierto que, a pesar de su gran implantación, han ido desapareciendo poco a poco, al ritmo en que la clientela y las costumbres fueron cambiando.