Imagen atípica la de ayer en el Pinar del Grau. Apenas una veintena de personas disfrutaron del primer festivo de la nueva normalidad, el de Sant Joan, en un recinto que antes de la crisis sanitaria del coronavirus estaba abarrotado. Conseguir ayer una mesa a la sombra en los merenderos o un hueco para hacer una paella o torrà no tuvo ninguna dificultad, mientras que en otro momento hubiera sido casi misión imposible. La pandemia del covid-19 lo ha cambiado todo y lejos quedan ya los tiempos en los que las familias llegaban a primera hora para coger sitio y se formaban colas en las barbacoas.

«Nosotros hemos sido siempre de ir al Pinar porque los niños lo pasan muy bien y hay mucho espacio, pero con esto del coronavirus hemos preferido quedarnos en el adosado y comer en casa. Te da un poco de miedo que tus hijos lo toqueteen todo, se lleven las manos a la boca... la pandemia nos ha hecho a todos más inseguros», explicaba ayer una vecina de la avenida Los Pinos del Grau a este periódico.

Los pocos que sí se decidieron a ir al Pinar disfrutaron de todo el espacio para ellos. «Estamos haciendo la paella muy tranquilos, solos, porque no hay nadie. Nunca lo habíamos visto así. Solo está así de vacío cuando hace mal tiempo», comentaron.

Otro grupo de familiares y amigos disfrutó de refrescos y aperitivos, acompañados de música, mientras los pequeños de la casa correteaban entre los pinos y jugaban en los columpios. No echaron en falta el gentío, pues un Pinar casi vacío les permitió estar «muy a gusto» y sin ninguna aglomeración.

Más afluencia en la playa

La playa del Grau, a escasos metros del Pinar, sí contó ayer con más afluencia. Mientras algunos castellonenses disfrutaban del sol y el baño, con un clima totalmente veraniego, otros caminaban por el parque litoral o consumían en las terrazas. La costa recupera, poco a poco, el aliento tras meses muy duros, aunque sin masificaciones.