Culla es de forma oficial uno de los pueblos más bonitos de España, pues ha entrado en la selecta asociación a la que ya pertenecían Morella, Peñíscola y Vilafamés. Dentro de esta bella población del interior de Castellón, uno de sus principales atractivos es el Parc Miner del Maestrat, que se encuentra en el paraje natural de la Fontanella, a unos 800 metros de altitud. Al margen de disfrutar de unas magníficas vistas de la comarca, en este enclave los visitantes podrán conocer la antigua industria minera subterránea, recorrer sus galerías y saber cómo vivían y trabajaban aquellos hombres que dejaron este impagable legado.

Uno de esos últimos hombres que trabajó en la mina es Vicente Porcar, que entró con solo 13 años como aguador y ahora, con 77, mantiene vívidos recuerdos de aquella experiencia: «En cada viaje llevaba unos 80 litros con una yegua, pero los mineros tampoco bebían mucho porque no había mucho que comer. Lo que gastaba más agua era un compresor de petróleo». Porcar asegura, eso sí, que esta instalación fue una salvación para muchos de los habitantes de la zona, que no tenían otra forma de llevar dinero a casa: «Había acabado la guerra hacía poco y como no había abono, en el campo no se cogía nada».

Recuerda los siguiente uno de los últimos trabajadores del Parc Miner del Maestrat cuando este seguía en activo: «En mi casa éramos cinco. Mis padres, mis dos hermanas y yo, que era el único que ganaba algo. Cobraba 35 pesetas al día y en 1956 una helada congeló los pocos cultivos de la zona, así que venían a trabajar a la mina gente de toda la comarca. Por eso una de las minas se llama Esperanza».

Testimonio en primera persona

Vicente Porcar no olvida cómo «los mineros trabajaban todo a mano porque apenas había máquinas. Era muy pesado a la hora de cargar el hierro a los camiones». De hecho, él mismo tenía que subir la montaña todas las mañanas «antes incluso que saliera el sol a pie, a diferencia del encargado, que subía en la yegua. Cuando hacía mucho frío subía mi padre porque tenía miedo de que me quedara congelado», recuerda con una sonrisa.

El protagonista asegura que está «muy contento» por la respuesta que los visitantes están teniendo ante estas dos minas de hierro abiertas en 1940 y cerradas en 1962, situadas a tres kilómetros de la Torre d’En Besora y a 8 kilómetros de de Culla.

Lo cierto es que, como recalca Silvia Fabregat, guía del citado parque desde hace seis años, «cada año vienen unas 12.000 personas, y la cifra va en aumento». Asegura esta especialista que la existencia de hierro en la zona «se conocía desde 1907 como mínimo, pues hay constancia de que ese año ya acudían los vecinos a recoger ocre para pintar sus casas o cocinas».

El cierre, según Fabregat, se debió «a que dejó de ser rentable porque se importaba más barato, la cantidad de hierro de la mina no era excesiva y el transporte de Culla al Puerto de Sagunto era caro».

Quien visite hoy el Parc Miner podrá entender en primera persona cómo funcionaba una instalación de estas características en el siglo XX, tocar las herramientas de la época y aprender el estilo de vida y trabajo de los mineros. «La vida ahí era dura, pero quien trabajaba en la mina movía algo más de dinero que en el campo y el sueldo era fijo, se cobraba todas las semanas», concluye Silvia Fabregat, que recomienda este peculiar parque de atracciones “para personas de todas las edades”.